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dimecres, 5 de gener del 2011

Mientras dormimos

MIENTRAS DORMIMOS

Una pareja de jóvenes donostiarras tuvo una niña muy deseada a la que que, por razones obvias, llamaron Desiré. La noticia fue recibida con enorme alegría por toda la familia y su entorno. Como es habitual en estos casos, Desiré recibió multitud de regalos, unos de carácter práctico y otros de orden inmaterial. La madre la amamantaba mientras el padre observaba con arrobo la escena, etcétera. Por las tardes abrigaban a la criatura, pues había nacido en pleno invierno, y salían a pasear deteniéndose ante los escaparates y entrando en las tiendas, donde los empleados hacían carantoñas a la criatura.

Un día, al poco del feliz acontecimiento, el padre de Desiré se despertó a medianoche y no vio, junto a la cama de matrimonio, la cunita de la niña. Sorprendido por la ausencia, se dirigió a la habitación de al lado, por si su mujer la hubiera llevado allí por alguna razón que no se le alcanzaba. No la halló. Angustiado, volvió al dormitorio principal con la intención de despertar a su mujer. Pero una sospecha interior le detuvo. ¿Y si todo había sido un sueño? ¿Y si Desiré no existía? Como tenía complejo de inferioridad, nunca daba crédito a sus certezas, de modo que recorrió toda la casa en busca de los rastros típicos de un bebé sin encontrar ninguno. No había regalos, no había pañales, no había cremas ni colonias, no había patucos, no había en el salón un cochecito para salir de paseo... Tampoco olía a bebé ni a leche materna. Dios mío, se dijo, ¿habrá sido todo un delirio?

Sin hacer ruído, para no despertar a su esposa, se metió en la cama e intentó dormir imaginando que la luz del día pondría de nuevo las cosas en su sitio. Al sonar el despertador, dejó que lo apagara su mujer e hizo como que seguía durmiendo. Ella se levantó con naturalidad y no dijo nada pese a que la cuna, como el comprobó entreabriendo un poco los ojos, continuaba desaparecida. Finalmente salió de la cama y se dirigió a preparar un café. Al poco, apareció su esposa. Le pareció que había llorado, pero no se atrevió a preguntarle por qué. Desayunaron en silencio y cada cual se fue a su trabajo. Jamás pudo explicarse aquel misterio que guardó para sí mismo toda la vida.

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