DE NIÑOS Y PLACENTAS
En la antigüedad (ayer mismo), si comprabas un periódico te regalaban una sartén. Ahora, si compras una sartén te regalan el periódico. No está claro qué es lo que adquieres y qué lo que te obsequian. Un vecino mío que hace años arrojaba a la papelera de la esquina todo lo que venía con el diario, ahora arroja a la papelera el diario y se queda con la película, el libro, el reloj, el frasquito de colonia, el cruasán, el monopatín… Es como si en los partos tiráramos al niño por el váter y nos quedáramos con la placenta. A lo mejor es lo que estamos haciendo sin darnos cuenta. Tiempos oscuros, de confusión, difíciles. Nos preguntamos si hay vida en Marte cuando lo que tendríamos que preguntarnos es si hay vida en el cerebro.
En la antigüedad (ayer mismo), el regalo constituía una forma de elegancia social. Había precisamente un anuncio cuyo lema decía: «Practique la elegancia social del regalo.» Ahora, el regalo se ha convertido en una industria lumpen. No puedes comprarte un jabón líquido sin llevarte un champú, ni una crema de afeitar sin que te den una colonia. Muy pronto, dada la evolución de esta manía, al adquirir un kilo de chuletas de cordero te obsequiarán con una escobilla de váter. O al comprar una Biblia te entregarán las obras completas de Corín Tellado. ¿Que qué relación hay entre las chuletas y las escobillas o la Biblia y la Collado? La misma que entre un periódico y una sartén. ¿Nos extraña lo de la sartén? En absoluto. Pues eso. El regalo, decíamos. Vuelves a casa con un quilo de naranjas y lo primero que te preguntan es qué te han regalado con ellas.
-Nada, ¿qué me van a regalar?
-Pues te han engañado.
Al contrario: me engañan cuando me regalan algo. No deberíamos aceptar presentes más que en las fechas señaladas y por parte de los seres queridos. Lo demás es pura confusión, cuando no pura estafa. Pero si en el mundo analógico nos hemos acostumbrado a las dádivas, en el digital nos hemos acostumbrado a la gratuidad (libros gratis, películas gratis, música gratis…). Pues ni aquello es un obsequio, ni esto gratis. Nos lo saca el fabricante por aquí y la operadora telefónica por allá.
En la antigüedad (ayer mismo), si comprabas un periódico te regalaban una sartén. Ahora, si compras una sartén te regalan el periódico. No está claro qué es lo que adquieres y qué lo que te obsequian. Un vecino mío que hace años arrojaba a la papelera de la esquina todo lo que venía con el diario, ahora arroja a la papelera el diario y se queda con la película, el libro, el reloj, el frasquito de colonia, el cruasán, el monopatín… Es como si en los partos tiráramos al niño por el váter y nos quedáramos con la placenta. A lo mejor es lo que estamos haciendo sin darnos cuenta. Tiempos oscuros, de confusión, difíciles. Nos preguntamos si hay vida en Marte cuando lo que tendríamos que preguntarnos es si hay vida en el cerebro.
En la antigüedad (ayer mismo), el regalo constituía una forma de elegancia social. Había precisamente un anuncio cuyo lema decía: «Practique la elegancia social del regalo.» Ahora, el regalo se ha convertido en una industria lumpen. No puedes comprarte un jabón líquido sin llevarte un champú, ni una crema de afeitar sin que te den una colonia. Muy pronto, dada la evolución de esta manía, al adquirir un kilo de chuletas de cordero te obsequiarán con una escobilla de váter. O al comprar una Biblia te entregarán las obras completas de Corín Tellado. ¿Que qué relación hay entre las chuletas y las escobillas o la Biblia y la Collado? La misma que entre un periódico y una sartén. ¿Nos extraña lo de la sartén? En absoluto. Pues eso. El regalo, decíamos. Vuelves a casa con un quilo de naranjas y lo primero que te preguntan es qué te han regalado con ellas.
-Nada, ¿qué me van a regalar?
-Pues te han engañado.
Al contrario: me engañan cuando me regalan algo. No deberíamos aceptar presentes más que en las fechas señaladas y por parte de los seres queridos. Lo demás es pura confusión, cuando no pura estafa. Pero si en el mundo analógico nos hemos acostumbrado a las dádivas, en el digital nos hemos acostumbrado a la gratuidad (libros gratis, películas gratis, música gratis…). Pues ni aquello es un obsequio, ni esto gratis. Nos lo saca el fabricante por aquí y la operadora telefónica por allá.
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