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diumenge, 26 de febrer del 2006

Fetiches

FETICHES

La llave de la luz, la llave del gas, la cadena del váter: he aquí tres expresiones domésticas que uno escucha millones de veces a lo largo de la vida. La cadena del váter ya no existe, ha sido sustituida por otro mecanismo al que continuamos llamando cadena. Pero las llaves del gas y de la luz continúan ahí, al alcance de la mano. Básicamente, son idénticas a las de nuestra infancia. Mis hermanos y yo, fascinados desde siempre por la electricidad, jugábamos todo el rato a «que se haga la luz».

-Que se haga la luz -decíamos al entrar en una habitación, al tiempo de accionar el interruptor. Y la luz se hacía, milagrosamente. Nunca me he acostumbrado a eso. Todavía hoy pronuncio esa frase para mis adentros cuando entro en un espacio oscuro.

De la llave del gas se hablaba por la noche, en el momento de la retirada. Siempre era mi padre el que hacía la pregunta:

-¿Habéis cerrado la llave del gas?

No es que le diera pereza cerrarla a él, sino que estaba empeñado en transmitirnos su obsesión.

-Moriréis durante la noche -nos amenazaba.

Yo entendía por qué había que encerrar a los perros, pero no al gas. Crecí con la idea de que durante esas horas el gas cambiaba de personalidad y se convertía en un fluido asesino. No les he dicho nada de esto a mis hijos, para no crearles un trauma, pero cada noche, antes de acostarme, cierro la llave del maldito gas. En realidad, la cierra el padre obsesivo que llevo dentro de mí. Mis hermanos me reprochan que no vaya el Día de Difuntos a poner flores al cementerio. Los pobres no se han enterado de que papá está dentro de mi cabeza, y no en la tumba.

Teniendo asociadas de este modo las llaves del gas y de la luz, no me extrañan los intentos de asociación entre las empresas que se dedican a una cosa y a la otra. Los padres de sus presidentes tenían, sin duda, manías idénticas a las del mío. La infancia marca mucho. Lo que me llama la atención es que no intenten poseer asimismo el suministro del agua, para controlar la cadena de váter, otro objeto fetiche de nuestra época.

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