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dilluns, 7 de febrer del 2011

Pésame

PÉSAME

Ahora que la vida dura mucho, las cosas duran poco. Mi cadena de música ha devenido en una antigualla, lo mismo que mi móvil o mi ordenador. Tampoco duran los sistemas filosóficos ni las novelas ni los poemas. En cuanto a las ideas, las ideas, digo, de andar por casa, de salir a pasear, las ideas con las que uno toma el autobús o sale del metro, las ideas para el desayuno familiar o la cena de empresa, todas esas ideas duran ya menos que un paquete de kleenex en enero. Si usted tiene una idea acerca del funcionamiento de Internet, tírela a la basura antes de formularla en una reunión, porque se trata, no lo dude, de una idea muerta. Las ideas nacen muertas, igual que los congresos de los partidos. Vimos el del PP y parecía que lo acababan de extraer del congelador. Ni siquiera se habían molestado en sacarlo la noche antes, para que cogiera la temperatura del ambiente poco a poco. Dentro de nada, los alimentos vendrán caducados de fábrica.

Todo ha caducado. Hay días en los que se levanta uno con la impresión de que la realidad entera ha caducado hace mil años. Han caducado las formas de hacer política y de hacer el bacalao al pil pil. Han caducado la gramática, la escuela, la vejez, la adolescencia… Quizá hemos caducado nosotros. El peligro de aumentar tanto la esperanza de vida es que la vida caduque antes de que llegue la muerte. He ahí una contradicción dolorosa: la de caducar y continuar vivo. Todo llega muerto al ojo. Todos llegamos muertos al ojo del otro. Lo que veo y lo que leo ya no existe en la realidad. Brilla aún, como brilla un yogur caducado, pero no hay nada detrás de ese fuego fatuo.

¿Cuánto duran las fotografías obtenidas con el teléfono móvil? ¿Adónde van a parar la mayoría de ellas? ¿Cuánto duran el «te quiero» de un sms, cuánto los 140 caracteres apasionados de un twitter, cuánto una promesa electoral? Vivimos en el vértigo, pero también el vértigo caduca, desaparece, muere. De hecho, vivimos sin vértigo; de hecho, es dudoso que se pueda llamar vida a este tinglado. Están caducando los periódicos, que aseguraban a los acontecimientos una existencia de 24 horas. También el día de 24 horas, 23 en Canarias, se ha extinguido. Le acompaño en el sentimiento.

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