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diumenge, 18 de juliol del 2010

Que dure la euforia

QUE DURE LA EUFORIA

Los seres humanos, pese a nacer en cautividad, hacemos cosas increíbles. Revoluciones, sin ir más lejos. Las revoluciones, sobre todo las que nacen para erradicar la cautividad, la multiplican con más frecuencia de la deseable debido a una especie de efecto rebote (como la píldora que aumenta el dolor de cabeza contra el que se ingirió). Vean la cubana, por ejemplo, que tantas esperanzas nos hizo concebir en su día. Los Castro están liberando, gracias a las presiones (no se lo pierdan) de la Iglesia, a una serie de presos que mantenían en cautividad (valga la redundancia). Una de dos: o los presos no eran presos, sino secuestrados, o la revolución cubana es un fracaso. Quizá las dos cosas: los presos no eran presos y la revolución es un fracaso. Los Castro deberían haberse dado cuenta de que las cosas no funcionaban cuando hace años se vieron obligados a recibir al Papa de Roma como lo habría recibido Berlusconi. También cuando, al efectuar el recuento de la población, vieron que el 20% había huido a nado del paraíso socialista.

El fracaso de la revolución es una mala noticia (otra más), para todos los seres que viven (que vivimos) en cautividad. No parece que haya alternativas al zoológico. Si al menos fuéramos como esos animales que no se reproducen tras las rejas, o que se ponen tristes, o que dejan de comer… Nada de eso. A nosotros, las cárceles económicas, ideológicas, nacionalistas, identitarias, desidentitarias, filosóficas, científicas, religiosas, etc., etc., nos abren el apetito, nos dan alas. Nos gusta, como si dijéramos, la vida del parque. Fíjense la que acabamos de montar con el Mundial de Fútbol y con ese pobre pulpo, de nombre Paul, al que tenemos recluido, a nuestra vez, en un recipiente de metacrilato.

Lo primero que se dice de los parques zoológicos buenos es que no parecen parques zoológicos. No es cierto, porque uno ha visto muchos y están llenos de detalles que le hacen a uno recordar dónde se encuentra. Pero es verdad que hay cárceles más aseadas que otras. Ahora bien, en época de crisis, los primeros que pagan el pato son los animales: se les reduce la comida, se les quita la calefacción, se espacian las visitas al veterinario… No hay nada más triste que un zoológico afectado por una crisis económica. Que dure, al menos, la euforia del Mundial.

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