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diumenge, 27 de novembre del 2011

Media metáfora

MEDIA METÁFORA

El cigarrillo que se apaga solo todavía no es obligatorio, pero casi. De momento, ya está inventado y si bien es cierto que no todos los inventos se imponen hasta ese punto, éste tiene todas las cartas para establecerse porque guarda relación con la seguridad. La seguridad, dada la inconsistencia propia del ser humano, es el gran negocio de todas las épocas. De ahí las estadísticas sobre las vidas que salva el cinturón cuando los coches se estrellan o sobre las fábricas que arden por falta de extintores. La seguridad debería ser obligatoria y de hecho lo es en muchísimos casos. He ahí el seguro obligatorio del automóvil y el ierrepeefe y etcétera.

Ahora viene el cigarrillo que se apaga solo, al que han implantado una pequeña conciencia para que deje de arder cuando los amantes, al caer en el sopor consecuente al esfuerzo amoroso, vuelquen sin querer el cenicero entre las sábanas. En ese instante, el cigarrillo, en vez de aprovechar la oportunidad para incendiar la cama y la casa, que sería lo suyo, pues tal es su vocación, se dice a sí mismo: apaguémonos para evitar la catástrofe. El cigarrillo que se apaga solo ha de luchar contra su propia naturaleza, de ahí el mérito del invento. Podríamos decir que se trata de un cigarrillo moral en la medida de que es capaz de poner el interés de los otros por encima del suyo. Se trata de un cigarrillo empático, como el que dice. Es como si un jilguero dispusiera de un resorte anímico que le impidiera escapar de la jaula que la ancianita a la que hace compañía se ha dejado abierta por descuido. En principio, la obligación del pájaro es escapar como la del cigarrillo es abrasar.

Servidor de ustedes conserva la cicatriz de una quemadura en el muslo derecho por haberse quedado dormido una vez, sin amante al lado, en la cama, con el cigarrillo entre los dedos. Si aquel cigarrillo hubiera tenido un poco de conciencia, se habría apagado voluntariamente, como los que parece que vienen. Ahora solo nos falta inventar el cigarrillo que se encienda solo. Sería la metáfora perfecta de la vida, que se enciende sola y se apaga sola, cuando le da la gana, sin pensar en lo que nos conviene a nosotros, que navegamos por ella como un barco a la deriva. El cigarrillo actual no llega a media metáfora, y eso no es.

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