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dissabte, 19 de novembre del 2011

Madrid me mata

MADRID ME MATA

Dicen algunos ecologistas que vivir en Madrid acorta la vida dos años, debido a la contaminación. Servidor está en contra de la contaminación (y algunos lunes en contra de la vida), pero también está en contra de este tipo de cálculos basados en no sabemos qué. Cuando uno era pequeño, se decía que cada cigarrillo acortaba la vida 20 minutos. No explicaba si la acortaba por delante o la acortaba por detrás, pero si fuera por detrás, que es lo lógico, o bien uno tendría que haber muerto hace veinte años o bien uno es Matusalén. En el patio del colegio, a veces, nos fumábamos solo medio cigarrillo para acortar la vida diez minutos en lugar de veinte. Nos pasábamos el día haciendo cálculos de este tipo. Dos calada venían a ser cuatro o cinco segundos.

El problema es que tú dices que vivir en Madrid acorta la vida dos años y la gente te oye como el que oye llover, o sea, que no sirve para hacer campaña de nada. Hay que denunciar la contaminación, de acuerdo, pero de otras maneras: la duquesa de Alba no es que viva en Madrid, es que vive en el puro centro, en la zona más contaminada de la ciudad, y ya ven, acaba de casarse a sus años con la ilusión de una veinteañera. Durante la movida había una revista, creo, o un eslogan, ahora no caigo, que decía así: «Madrid me mata». Pero se trataba de un titular irónico, de los que expresan lo contrario de lo que dicen. Madrid, lejos de matarnos, nos daba una vida que ya la quisiéramos para nuestros descendientes. O sea, que nos divertíamos.

Los ecologistas, en general, nos caen muy bien, pero si por ellos fuera no saldría uno a la calle, ni comería carne de vacuno, ni pescados con metales pesados. A un servidor, los pescados que más le gustan son los que contienen metales pesados, en parte porque le gusta la expresión «metal pesado» y en parte porque le gusta el atún, que últimamente parece que lleva bastante mercurio en sus entretelas. Con el mercurio del atún me tomo la temperatura. Quiere decirse que cuando no me apetece un tartar, es que tengo fiebre. Si juntamos lo que matan la carne, el tabaco, el pollo de granja, los peces metalizados y vivir en Madrid, resulta que no nos daba tiempo a nacer, y eso es imposible.

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