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dissabte, 23 d’abril del 2011

Hígado encebollado

HÍGADO ENCEBOLLADO

Mi madre, que de vivir simpatizaría con Aznar (y de difunta todavía más), no me habría permitido tener amigos como Gadafi. Su tolerancia hacia lo pintoresco era más bien escasa. No soportaba, por ejemplo, a los compañeros de pelo largo. Eso hizo muy desgraciado a mi hermano Alfonso, calvo desde los 25 años por culpa, según él, de aquel odio de mamá a las melenas. Mi madre, siendo más derechas que Aznar, no habría ido por el mundo hablando mal de la deuda española. A ella todo lo español le gustaba, incluso la deuda y el diferencial con el bono alemán. El diferencial con el bono alemán le encantaba porque odiaba a los alemanes y pensaba que cuanto más alejados estuviéramos de ellos, mejor. Mi madre era una mujer muy de odiar o muy de amar, sin términos medios. O esto o lo otro, como el sistema binario, donde lo que no es un cero es un uno. Gadafi, en su escala de valores, habría sido un cero.

—¿Y si Gadafi le hubiera regalado a tu madre un caballo blanco?

Haberlo dicho antes. Si le hubiera regalado un caballo blanco, incluso un caballo marrón, Gadafi habría sido para ella un uno (siempre dentro del sistema binario), porque mi madre adoraba que le regalaran cosas. Mi madre venía de ese mundo franquista en el que todo se resolvía gracias a las «influencias».

—Necesitamos ya el Butano.

—Llama a la prima María, que tiene un sobrino que trabaja en el INI.

Estamos hablando, claro, de cuando existía el INI, que ahora mismo me da pereza explicar, y de cuando conseguir un contrato de Butano era poner una pica en Flandes. Mi madre no puso en su vida una pica en Flandes porque le fallaban todas las primas Marías. No obstante, su concepción del mundo era Mariana (hoy habría votado a Rajoy). Así que José Blanco se ha equivocado al insinuar que Aznar tiene negocios con Gadafi. Eso es como decir que uno tiene negocios con su hígado. Uno es su hígado. No nos atreveríamos a decir que Aznar sea la víscera roja de Gadafi, o viceversa, pero sí que participan del mismo cuerpo místico. Pero mamá detestaba el hígado, incluso el hígado encebollado.

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