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dijous, 22 de març del 2007

La propiedad privada

LA PROPIEDAD PRIVADA

El procesador de textos de mi ordenador acepta el nombre propio Enrique, por ejemplo, pero no Mohamed, bajo el que coloca una ominosa (qué rayos querrá decir ominosa) raya roja. Y reconoce la palabra literatura, pero no el término antiliteratura. Acepta antihéroe, pero no antitaurino, y prefiere eyacular a correrse. Con el paso del tiempo, he aprendido a torearle (y a tolerarle), lo mismo que él a mí, supongo. Lo cierto es que al final el que se lleva el gato al agua soy yo, pues si le doy la orden de incluir una palabra nueva en su vocabulario, la incorpora al instante, sin decir ni pío, aunque se trate de una palabra loca y sin significado. Le he obligado a tragarse Mohamed y antiliteratura. Dejaré antitaurino para otro día, pues tampoco es cuestión de abusar de mi posición de poder. Anteriormente, tuve que pelear por mierda y por culo y por gilipollas, de las que no había oído hablar hasta que me planté.

En los procesadores de texto chinos acaban de incluir la expresión propiedad privada. Es más difícil aceptar la propiedad privada que la palabra mierda, sobre todo porque no sabe uno por dónde se debe comenzar la privatización. En mi opinión, la propiedad privada esencial, de la que dependen todas las demás, es el cuerpo. El cuerpo, pese a constituir una importante fuente de ingresos, no debería pertenecer al Estado ni siquiera en los regímenes comunistas. Hasta ahora, los chinos ganaban una pasta con el tráfico de órganos, pues las autoridades de aquel país tenían nacionalizados los hígados y los riñones y los aparatos respiratorios. A veces, te fusilaban por un quítame allá esas pajas con el único objeto de sacarte las vísceras, que vendían por un ojo de la cara a los hospitales de occidente.

¿Comenzarán los chinos la privatización de la realidad por el hígado o por la vivienda? Curiosamente, en las sociedades capitalistas el cuerpo es lo único que no se puede comprar más que en el mercado negro. Y la eutanasia se persigue más que la usura. Los anuncios por palabras de la prensa, sin embargo, están llenos de despieces cárnicos provenientes de la prostitución, que a su vez está sin regular. Mi procesador de texto, por cierto, no conoce ningún sinónimo de prostituta. Qué confuso es todo.

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