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divendres, 28 de gener del 2005

Intercambios

INTERCAMBIOS

Como la Guerra Civil arrecia y los periódicos han devenido en sus trincheras, no estaría mal que los directores de los principales medios se reunieran y llegaran a un acuerdo para intercambiar durante unos días a sus columnistas. De este modo, se demostraría a los ciudadanos que las diferencias entre los unos y los otros no son tan profundas que impidan la convivencia entre los otros y los unos. Propondría hacer lo mismo con el personal de las emisoras de radio, para que cuando los piquetes de ejecución se colocaran ante sus puertas, no supieran si estaban fusilando a redactores que se ganan la vida en ésta o en la de más allá. Desde algún lado, en algún momento, se tiene que decretar el alto el fuego. Seamos los primeros.

Los columnistas temporalmente traspasados tendrían que escribir de tal modo que, sin renunciar a sus ideas, no ofendieran a los lectores del medio anfitrión. Si el experimento saliera bien, los políticos se verían obligados a continuar ese ejemplo de armonía, intercambiando durante una semana a sus portavoces. Resultaría terapéutico ver a Zaplana haciendo de Rubalcaba y viceversa. No digo que sea fácil, pero rebajaría la tensión imperante y nos arrancaría una sonrisa, sobre todo si logramos que el que le escribe los discursos a Zapatero tenga que escribírselos durante unos días a Rajoy y viceversa. Los perros, por su propia naturaleza, son incapaces de ponerse en el lugar de los gatos, pero a Pedro, que es un bípedo neurótico, no debería resultarle imposible colocarse en el de Juan, que no es más que un bípedo obsesivo.

De acuerdo, de acuerdo, todo esto es una ingenuidad, una tontería, no empujen, ya lo sé. Algunos, desde la nueva posición, matarían por defender las ideas de las que ayer abominaban. El fanático es fanático trabaje para el hampa o para las Hermanitas de la Caridad. ¿Acaso notaríamos alguna diferencia si Bush y Bin Laden se pusiera cada uno en el lugar del otro? Desde luego que no. Pero espanta salir a la calle y ver cada día una trinchera nueva, además de las obras. Personalmente, y a la espera de que mis superiores decidan si me cambian por un comentarista deportivo o por un crítico literario, hablaré del tiempo hasta que escampe. Nieve en cotas bajas.

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