EL DIOS DEL ESTANQUE
Jueves. Hay frases sin trampa ni cartón. Esta, por ejemplo: “No deberíamos haber adquirido sistemas (de armas) que no vamos a usar, para escenarios de confrontación que no existen y con un dinero que no teníamos ni entonces ni ahora”. Fue pronunciada hace poco en el Congreso por Constantino Méndez, secretario de Estado de Defensa. De modo que hemos comprado armas que no vamos a usar, para escenarios de guerra que no existen y con un dinero que ni teníamos ni tenemos. La frase, directa a la mandíbula del contribuyente, es muy dura, tanto que el secretario de Estado debería haber dimitido después de pronunciarla y antes de acercarse al juzgado de guardia para denunciar a los responsables de ese agujero económico de 30.000 millones de euros que tenemos hoy en el Ministerio de Defensa. Es que se dice pronto, 30.000 millones de euros, cuando estamos escatimando la ayuda asistencial a ancianos terminales que gastan menos que un pajarito. Pero lo más fuerte de todo es que desde un ministerio, aunque se trate del de Defensa, se pueda perpetrar cualquier fechoría sin pagar por ella.
—Póngame siete tanques, de los más caros. Y una escuadrilla de aviones que no bajen de los 10.000 millones la unidad.
—Hace usted muy bien. Al final, lo barato sale caro.
Informaciones de este tipo convierten en verdadera esa otra frase, también sin trampa ni cartón, del 15-M: “No nos representan”. En este caso al menos, alguien que nos representara no se habría gastado nuestro dinero con esa alegría.
Viernes. Llamo a un farmacéutico amigo y le pregunto si me podría vender un medicamento que no voy a usar, para un dolor de cabeza inexistente, y que costara un dinero que no tengo. El hombre queda en responderme en media hora al cabo de la cual suena el teléfono:
—No existe lo que me pides. Si quieres, te proporciono un placebo.
—¿Crees que es lo más indicado?
—No, lo más indicado es un antipsicótico, pero no te lo puedo dar sin receta.
Quiere decirse que al jefe o a los jefes de compras del ministerio de Defensa que adquirieron esos tanques que no íbamos a usar, para escenarios de confrontación inexistentes y con un dinero que no teníamos, deberían haberles tratado antes de jurar el cargo. Y con antipsicóticos, que son una bomba, valga la redundancia armamentística. Telefoneo entonces a un amigo librero y le pregunto por un libro que no me interese, para una sesión de lectura inexistente, y cuyo precio esté fuera de mi alcance. El amigo librero me hace una pedorreta y cuelga el aparato. Hago lo mismo con el frutero, con el carnicero y con el estanquero. Todos me mandan a la mierda. Finalmente, telefoneo a un sastre que encuentro en la guía telefónica.
—Buenos días, necesito un traje que no vaya a utilizar, para un cuerpo que no existe y que pasen la factura a un gánster.
—Podemos cumplir la primera y la tercera condición. La segunda resulta imposible.
Total, que se trata de una rareza del Ministerio de Defensa, que es también un ministerio raro, raro, raro. Bromas aparte, lo cierto es que Constantino Méndez continúa ejerciendo de secretario de Estado sin que hasta el momento ningún juzgado se haya hecho cargo del asunto. Un asunto, repetimos, de 30.000 millones de euros. La guerra de Gila.
Sábado. Dios no es malo, es bobo. Lo sé porque estoy hecho a su imagen y semejanza y yo soy un poco así. Puse con mucha ilusión en el jardín de casa un estanque del que soy el único Dios verdadero y ahora resulta que lo tengo abandonado. ¿Por maldad? No, por dejadez. Todos los años, por esta época de calor, mueren seis o siete peces. Creo que bastaría con colocar una bomba un poco más potente, para que el agua estuviera debidamente oxigenada. Pero me da pereza, la misma pereza que a Dios le produce asomarse a este perro mundo. Hablando de bombas (de agua), he telefoneado a la tienda para preguntar por una bomba que no voy a utilizar, para un estanque inexistente e imposible de pagar, pero me han mandado a la mierda, como el librero, el frutero, el carnicero, etc. Claro, que no les dije que era Dios, el Dios del estanque.
Jueves. Hay frases sin trampa ni cartón. Esta, por ejemplo: “No deberíamos haber adquirido sistemas (de armas) que no vamos a usar, para escenarios de confrontación que no existen y con un dinero que no teníamos ni entonces ni ahora”. Fue pronunciada hace poco en el Congreso por Constantino Méndez, secretario de Estado de Defensa. De modo que hemos comprado armas que no vamos a usar, para escenarios de guerra que no existen y con un dinero que ni teníamos ni tenemos. La frase, directa a la mandíbula del contribuyente, es muy dura, tanto que el secretario de Estado debería haber dimitido después de pronunciarla y antes de acercarse al juzgado de guardia para denunciar a los responsables de ese agujero económico de 30.000 millones de euros que tenemos hoy en el Ministerio de Defensa. Es que se dice pronto, 30.000 millones de euros, cuando estamos escatimando la ayuda asistencial a ancianos terminales que gastan menos que un pajarito. Pero lo más fuerte de todo es que desde un ministerio, aunque se trate del de Defensa, se pueda perpetrar cualquier fechoría sin pagar por ella.
—Póngame siete tanques, de los más caros. Y una escuadrilla de aviones que no bajen de los 10.000 millones la unidad.
—Hace usted muy bien. Al final, lo barato sale caro.
Informaciones de este tipo convierten en verdadera esa otra frase, también sin trampa ni cartón, del 15-M: “No nos representan”. En este caso al menos, alguien que nos representara no se habría gastado nuestro dinero con esa alegría.
Viernes. Llamo a un farmacéutico amigo y le pregunto si me podría vender un medicamento que no voy a usar, para un dolor de cabeza inexistente, y que costara un dinero que no tengo. El hombre queda en responderme en media hora al cabo de la cual suena el teléfono:
—No existe lo que me pides. Si quieres, te proporciono un placebo.
—¿Crees que es lo más indicado?
—No, lo más indicado es un antipsicótico, pero no te lo puedo dar sin receta.
Quiere decirse que al jefe o a los jefes de compras del ministerio de Defensa que adquirieron esos tanques que no íbamos a usar, para escenarios de confrontación inexistentes y con un dinero que no teníamos, deberían haberles tratado antes de jurar el cargo. Y con antipsicóticos, que son una bomba, valga la redundancia armamentística. Telefoneo entonces a un amigo librero y le pregunto por un libro que no me interese, para una sesión de lectura inexistente, y cuyo precio esté fuera de mi alcance. El amigo librero me hace una pedorreta y cuelga el aparato. Hago lo mismo con el frutero, con el carnicero y con el estanquero. Todos me mandan a la mierda. Finalmente, telefoneo a un sastre que encuentro en la guía telefónica.
—Buenos días, necesito un traje que no vaya a utilizar, para un cuerpo que no existe y que pasen la factura a un gánster.
—Podemos cumplir la primera y la tercera condición. La segunda resulta imposible.
Total, que se trata de una rareza del Ministerio de Defensa, que es también un ministerio raro, raro, raro. Bromas aparte, lo cierto es que Constantino Méndez continúa ejerciendo de secretario de Estado sin que hasta el momento ningún juzgado se haya hecho cargo del asunto. Un asunto, repetimos, de 30.000 millones de euros. La guerra de Gila.
Sábado. Dios no es malo, es bobo. Lo sé porque estoy hecho a su imagen y semejanza y yo soy un poco así. Puse con mucha ilusión en el jardín de casa un estanque del que soy el único Dios verdadero y ahora resulta que lo tengo abandonado. ¿Por maldad? No, por dejadez. Todos los años, por esta época de calor, mueren seis o siete peces. Creo que bastaría con colocar una bomba un poco más potente, para que el agua estuviera debidamente oxigenada. Pero me da pereza, la misma pereza que a Dios le produce asomarse a este perro mundo. Hablando de bombas (de agua), he telefoneado a la tienda para preguntar por una bomba que no voy a utilizar, para un estanque inexistente e imposible de pagar, pero me han mandado a la mierda, como el librero, el frutero, el carnicero, etc. Claro, que no les dije que era Dios, el Dios del estanque.
Pero... ¿Quién ha comprado las armas? ¿Constantino o Morenés?
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