BLABLABLÁ
El número de matriculados en las facultades de periodismo crece de forma directamente proporcional al descenso de número de noticias. De hecho, hace tiempo que como consecuencia de la implantación del pensamiento único solo disponemos de una noticia, la crisis, a la que todo el mundo roe como roería una jauría de perros hambrientos el esqueleto de un caballo.
Todo es crisis o guarda relación con la crisis, no importa que hablemos de los disturbios de Londres, del cierre de farmacias de Castilla la Mancha o de la visita del Papa, que es contradictoriamente un homenaje a la juventud o así. Sucede en esto como con la tarta publicitaria: que decrece cuando el número de televisiones aumenta.
Pues eso, más periodistas para menos noticias. A veces, incluso, para una ausencia absoluta de noticias. El otro día, sin ir más lejos, salió en la tele un responsable del PSOE para manifestarse acerca del reciente desplome de las Bolsas y dijo muy serio:
—Blablá, blablá, blablablá.
A lo que respondió enseguida un dirigente del PP con un:
—Blablá, blablá, blablablá.
Tú llegas a la redacción de tu periódico con la noticia de que nadie dice nada y te dan el finiquito. La noticia sería que alguien dijera algo. ¿Y por qué los políticos no pueden decir nada? Por la crisis de nuevo. Si dijeran a qué se debe esta horrible situación en la que chapoteamos, tendrían que dimitir al instante siguiente.
El primer político que de aquí a las elecciones diga la verdad sobre la crisis (ellos saben cuál es) deberá buscar trabajo en otra parte. O en otro lado, porque lo que sí hay cada vez son más lados. Un simple paracetamol, tomado en las condiciones de tristeza adecuadas, puede proporcionarle a uno a puntos de vista asombrosos acerca de la realidad. Sin moverte del sofá, incluso sin necesidad de apagar la tele, el paracetamol es capaz de hacerte viajar al mundo del significado, es decir, al mundo en el que comprendes que las declaraciones de los políticos son hoy por hoy un simple blablá, blablá, blablablá. De ahí la gravedad de la huelga de farmacias. Que no cunda el ejemplo de Castilla la Mancha.
El número de matriculados en las facultades de periodismo crece de forma directamente proporcional al descenso de número de noticias. De hecho, hace tiempo que como consecuencia de la implantación del pensamiento único solo disponemos de una noticia, la crisis, a la que todo el mundo roe como roería una jauría de perros hambrientos el esqueleto de un caballo.
Todo es crisis o guarda relación con la crisis, no importa que hablemos de los disturbios de Londres, del cierre de farmacias de Castilla la Mancha o de la visita del Papa, que es contradictoriamente un homenaje a la juventud o así. Sucede en esto como con la tarta publicitaria: que decrece cuando el número de televisiones aumenta.
Pues eso, más periodistas para menos noticias. A veces, incluso, para una ausencia absoluta de noticias. El otro día, sin ir más lejos, salió en la tele un responsable del PSOE para manifestarse acerca del reciente desplome de las Bolsas y dijo muy serio:
—Blablá, blablá, blablablá.
A lo que respondió enseguida un dirigente del PP con un:
—Blablá, blablá, blablablá.
Tú llegas a la redacción de tu periódico con la noticia de que nadie dice nada y te dan el finiquito. La noticia sería que alguien dijera algo. ¿Y por qué los políticos no pueden decir nada? Por la crisis de nuevo. Si dijeran a qué se debe esta horrible situación en la que chapoteamos, tendrían que dimitir al instante siguiente.
El primer político que de aquí a las elecciones diga la verdad sobre la crisis (ellos saben cuál es) deberá buscar trabajo en otra parte. O en otro lado, porque lo que sí hay cada vez son más lados. Un simple paracetamol, tomado en las condiciones de tristeza adecuadas, puede proporcionarle a uno a puntos de vista asombrosos acerca de la realidad. Sin moverte del sofá, incluso sin necesidad de apagar la tele, el paracetamol es capaz de hacerte viajar al mundo del significado, es decir, al mundo en el que comprendes que las declaraciones de los políticos son hoy por hoy un simple blablá, blablá, blablablá. De ahí la gravedad de la huelga de farmacias. Que no cunda el ejemplo de Castilla la Mancha.
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