SURREALISMO COTIDIANO
Vi una pegatina en un farol: «Señora muy seria se ofrece para cuidar niños y planchar.» Me pareció extraña la especialización: cuidar niños y planchar. Nada de quitar el polvo, hacer camas, preparar la comida, atender las llamadas. Sólo planchar y cuidar niños. Y la señora era muy seria. ¿Qué se entiende por señora muy seria, una mujer antipática, sin sentido del humor, muy cumplidora? Cuando había dejado el farol atrás regresé a él, por si no hubiera leído bien. Pero ponía lo mismo. Me pareció una de esas pequeñas muestras de surrealismo que ofrece la vida cotidiana y que se nos escapan por no estar atentos. De modo que cuidar niños y planchar. ¿Todo al mismo tiempo o una cosa después de otra? De otro lado, decía planchar, pero no decía qué. La ropa, dirán algunos. ¿Y por qué una mujer tan quisquillosa no lo especificaba?
Total que arranqué el número de teléfono y continué andando hasta el quiosco, donde compré el periódico. Ya en el bar, con el café delante, saqué el móvil y telefoneé a la señora muy seria.
-¿Hace usted otras cosas, además de planchar y cuidar niños?
-¿Y cuida a los niños mientras plancha?
-Tampoco, una cosa después de otra, pues la plancha provoca muchos accidentes.
Le di las gracias, colgué y hojeé el periódico por encima, sin prestarle mucha atención, enganchado como estaba al asunto de la señora seria. Esa tarde, en casa, preparé unos cartelitos en los que escribí: «Señor serio escribe necrológicas y da de comer a las palomas.» Anoté mi móvil y pegué diez o doce por los faroles de mi barrio. Lo curioso es que no han dejado de llamarme, unas personas para que les escriba la necrológica, otras para que dé de comer a las palomas, y unas terceras para que haga las dos cosas a la vez. Pido 12 euros la hora, lo que no sabía si era caro o barato hasta que volví a llamar a la señora seria, que cobraba 20 euros por planchar y quince por cuidar niños. O sea, que pone más atención a la ropa que a los niños. El mundo es un lugar hermoso y extraño, pero sobre todo terrorífico.
Vi una pegatina en un farol: «Señora muy seria se ofrece para cuidar niños y planchar.» Me pareció extraña la especialización: cuidar niños y planchar. Nada de quitar el polvo, hacer camas, preparar la comida, atender las llamadas. Sólo planchar y cuidar niños. Y la señora era muy seria. ¿Qué se entiende por señora muy seria, una mujer antipática, sin sentido del humor, muy cumplidora? Cuando había dejado el farol atrás regresé a él, por si no hubiera leído bien. Pero ponía lo mismo. Me pareció una de esas pequeñas muestras de surrealismo que ofrece la vida cotidiana y que se nos escapan por no estar atentos. De modo que cuidar niños y planchar. ¿Todo al mismo tiempo o una cosa después de otra? De otro lado, decía planchar, pero no decía qué. La ropa, dirán algunos. ¿Y por qué una mujer tan quisquillosa no lo especificaba?
Total que arranqué el número de teléfono y continué andando hasta el quiosco, donde compré el periódico. Ya en el bar, con el café delante, saqué el móvil y telefoneé a la señora muy seria.
-¿Hace usted otras cosas, además de planchar y cuidar niños?
-¿Y cuida a los niños mientras plancha?
-Tampoco, una cosa después de otra, pues la plancha provoca muchos accidentes.
Le di las gracias, colgué y hojeé el periódico por encima, sin prestarle mucha atención, enganchado como estaba al asunto de la señora seria. Esa tarde, en casa, preparé unos cartelitos en los que escribí: «Señor serio escribe necrológicas y da de comer a las palomas.» Anoté mi móvil y pegué diez o doce por los faroles de mi barrio. Lo curioso es que no han dejado de llamarme, unas personas para que les escriba la necrológica, otras para que dé de comer a las palomas, y unas terceras para que haga las dos cosas a la vez. Pido 12 euros la hora, lo que no sabía si era caro o barato hasta que volví a llamar a la señora seria, que cobraba 20 euros por planchar y quince por cuidar niños. O sea, que pone más atención a la ropa que a los niños. El mundo es un lugar hermoso y extraño, pero sobre todo terrorífico.
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