POETAS SIN CARNÉ
Según Federico Trillo, José Tomás no tiene el título de sastre. ¿Se trata de una acusación pintoresca o no? ¿Y cómo lo sabe él?, cabría preguntarse. Un hombre que no tenía ni idea de las condiciones en las que volaba el Yak 42, que a lo mejor ni siquiera preguntó si los pilotos tenían licencia, sabe sin embargo que el sastre de Camps carece de título. No me hago los trajes a medida, pero lo último que se me ocurriría decirle a mi sastre, caso de tenerlo, sería que me enseñara el título. Es como pedirle a un novelista el diploma de novelista, aunque un amigo mío asegura que en esta profesión (en la de novelista) hay mucho intrusismo. En la de poeta también. Hay gente que escribe versos sin título de versificador. Y actores que no han hecho la carrera de actor. Y directores de cine que no han pasado por la Escuela de Cine. Y pintores que no conocen Bellas Artes. Un escándalo.
Por no haber, hay periodistas que no son periodistas. Por lo general, se considera que periodista es el que escribe en un periódico, haya pasado o no por la facultad. En tiempos de Franco no se podía ser periodista si no tenías título. Tampoco podías dirigir una película sin carné. Trillo es también de los que piden el título para todo menos para lo esencial, como demuestra su currículum. Él mismo fue ministro del Ejército sin haber hecho la carrera de ministro del Ejército. En Perejil no nos matamos de milagro. Menos mal que los generales a sus órdenes sí tenían la carrera de general y actuaron prudentemente, sin provocar más de lo debido a las siete cabras que ocupaban la isla.
Durante todos estos días, la figura de Camps se nos ha hecho muy familiar. Lo hemos visto en todas las posturas y en multitud de situaciones. Transmite siempre un hieratismo que no es normal, como si fuera manejado por control remoto. Se trata de un hombre, en fin, con aspecto de maniquí de escaparate, de robot. Quizá esta suerte de parálisis se deba a los trajes que viste. En tal caso, la acusación de Trillo estaría justificada. Un sastre con título, con carné, un sastre con carrera de sastre, le habría quitado sin duda ese aire de muñeco. Lejos de eso, parece habérselo acentuado. No se coman ustedes un guiso de un cocinero sin título.
Según Federico Trillo, José Tomás no tiene el título de sastre. ¿Se trata de una acusación pintoresca o no? ¿Y cómo lo sabe él?, cabría preguntarse. Un hombre que no tenía ni idea de las condiciones en las que volaba el Yak 42, que a lo mejor ni siquiera preguntó si los pilotos tenían licencia, sabe sin embargo que el sastre de Camps carece de título. No me hago los trajes a medida, pero lo último que se me ocurriría decirle a mi sastre, caso de tenerlo, sería que me enseñara el título. Es como pedirle a un novelista el diploma de novelista, aunque un amigo mío asegura que en esta profesión (en la de novelista) hay mucho intrusismo. En la de poeta también. Hay gente que escribe versos sin título de versificador. Y actores que no han hecho la carrera de actor. Y directores de cine que no han pasado por la Escuela de Cine. Y pintores que no conocen Bellas Artes. Un escándalo.
Por no haber, hay periodistas que no son periodistas. Por lo general, se considera que periodista es el que escribe en un periódico, haya pasado o no por la facultad. En tiempos de Franco no se podía ser periodista si no tenías título. Tampoco podías dirigir una película sin carné. Trillo es también de los que piden el título para todo menos para lo esencial, como demuestra su currículum. Él mismo fue ministro del Ejército sin haber hecho la carrera de ministro del Ejército. En Perejil no nos matamos de milagro. Menos mal que los generales a sus órdenes sí tenían la carrera de general y actuaron prudentemente, sin provocar más de lo debido a las siete cabras que ocupaban la isla.
Durante todos estos días, la figura de Camps se nos ha hecho muy familiar. Lo hemos visto en todas las posturas y en multitud de situaciones. Transmite siempre un hieratismo que no es normal, como si fuera manejado por control remoto. Se trata de un hombre, en fin, con aspecto de maniquí de escaparate, de robot. Quizá esta suerte de parálisis se deba a los trajes que viste. En tal caso, la acusación de Trillo estaría justificada. Un sastre con título, con carné, un sastre con carrera de sastre, le habría quitado sin duda ese aire de muñeco. Lejos de eso, parece habérselo acentuado. No se coman ustedes un guiso de un cocinero sin título.
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