QUE VENGA CLARK KENT
La realidad y la ficción, una vez más, se trenzan, se fecundan, se confunden. Hacen diabluras, en fin. Si en alguna ocasión has sido personaje de novela, serás un personaje de novela el resto de tu existencia real. La vida diaria está, de hecho, llena de personajes de ficción. A mí mismo me ha constituido más el cuento que la realidad. No soy tanto el resultado de mis habilidades empíricas como de mis destrezas imaginarias. Han hecho más por mí las novelas que los libros de texto. Me he sentido más de verdad en la butaca del cine que en el pupitre del colegio. Y no soy una excepción. De personajes de novela están llenos el metro, el autobús, la calle, la oficina, el estanco, el bar, el burdel, la escuela... Y la existencia cotidiana tiene mucho de novela. No hay más que leer los periódicos, ver la televisión, escuchar la radio.
Para que lo real y lo ficticio convivan con cierta armonía, es preciso que ni la novela sea fenomenal ni la realidad excesiva. Se trata de un equilibrio complicado, pero que todos, con mayor o menor esfuerzo, logramos mantener. Hay quien se duerme imaginando que es Superman y se despierta atado al salario mínimo. Ambas situaciones resultan posibles si existe un mediador -Clart Kent, por ejemplo- capaz de poner acuerdo entre los dos extremos. Sin la figura del mediador, la cuerda se rompe y puede uno acabar esquizofrénico.
Esquizofrénicos parece que están Azhar y Rubina, los niños protagonistas de Slumdog millionaire, la película que triunfó en los Oscar y que ha dado el taquillazo (que no el gatillazo) en todo el mundo. Los pequeños fueron sacados de una chabola de Bombay y llevados a Hollywood (donde durmieron en hoteles de cinco estrellas) en primera clase. Han participado, en fin, de una novela excesiva, absolutamente incompatible con su realidad, y se han vuelto locos. Dicen que ella no se quita el traje con el que acudió a la ceremonia, que está ya repleto de manchas, y que él es víctima de fiebres altas, de vómitos, y que se niega a dormir en el suelo. Les ha hecho más daño la ficción en la que han vivido durante cuatro días que la realidad en la que habían nacido. ¿Dónde rayos está Clark Kent?
La realidad y la ficción, una vez más, se trenzan, se fecundan, se confunden. Hacen diabluras, en fin. Si en alguna ocasión has sido personaje de novela, serás un personaje de novela el resto de tu existencia real. La vida diaria está, de hecho, llena de personajes de ficción. A mí mismo me ha constituido más el cuento que la realidad. No soy tanto el resultado de mis habilidades empíricas como de mis destrezas imaginarias. Han hecho más por mí las novelas que los libros de texto. Me he sentido más de verdad en la butaca del cine que en el pupitre del colegio. Y no soy una excepción. De personajes de novela están llenos el metro, el autobús, la calle, la oficina, el estanco, el bar, el burdel, la escuela... Y la existencia cotidiana tiene mucho de novela. No hay más que leer los periódicos, ver la televisión, escuchar la radio.
Para que lo real y lo ficticio convivan con cierta armonía, es preciso que ni la novela sea fenomenal ni la realidad excesiva. Se trata de un equilibrio complicado, pero que todos, con mayor o menor esfuerzo, logramos mantener. Hay quien se duerme imaginando que es Superman y se despierta atado al salario mínimo. Ambas situaciones resultan posibles si existe un mediador -Clart Kent, por ejemplo- capaz de poner acuerdo entre los dos extremos. Sin la figura del mediador, la cuerda se rompe y puede uno acabar esquizofrénico.
Esquizofrénicos parece que están Azhar y Rubina, los niños protagonistas de Slumdog millionaire, la película que triunfó en los Oscar y que ha dado el taquillazo (que no el gatillazo) en todo el mundo. Los pequeños fueron sacados de una chabola de Bombay y llevados a Hollywood (donde durmieron en hoteles de cinco estrellas) en primera clase. Han participado, en fin, de una novela excesiva, absolutamente incompatible con su realidad, y se han vuelto locos. Dicen que ella no se quita el traje con el que acudió a la ceremonia, que está ya repleto de manchas, y que él es víctima de fiebres altas, de vómitos, y que se niega a dormir en el suelo. Les ha hecho más daño la ficción en la que han vivido durante cuatro días que la realidad en la que habían nacido. ¿Dónde rayos está Clark Kent?
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