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dimarts, 26 d’abril del 2011

Perversiones cinematográficas

PERVERSIONES CINEMATOGRÁFICAS

Ustedes han visto cómo se lavan los dientes los personajes de las películas? Mal, muy mal, sobre todo porque escupen la pasta desde muy arriba, manchando lógicamente todo el lavabo, cuando lo normal es acercar la boca al sumidero. Además se quitan la pasta sobrante del borde de los labios con una toalla que manchan de forma innecesaria. ¿Qué les costaría enjuagarse con una porción de agua? Ese modo cinematográfico de higiene dental ha creado escuela en la realidad, de modo que a mucha gente le parece que proporciona prestigio escupir groseramente sobre el lavabo, a gran distancia. Yo fumé hasta los cuarenta años por culpa de Bogart, que convirtió el humo en una cuestión metafísica. Cada vez que veo Casablanca, me parece que lo que se le escapa por la boca es el alma. Otra cosa que me pone muy nervioso de los personajes cinematográficos es que jamás cierren las puertas cuando entran o salen de las habitaciones o las casas. ¡Por Dios, cierra esa puerta, que hay corriente!, dan ganas de gritarles. Hace poco rodando un reportaje para la televisión, yo tenía que entrar en un despacho. Lógicamente, cerré la puerta tras de mí, lo que molestó muchísimo al realizador. Me pidió que repitiésemos la escena y que en esta ocasión no cerrara la puerta.

—¿Por qué? —pregunté agresivo.

—Porque formalmente queda mejor así.

—Formalmente quedará mejor así, pero la gente normal, cuando entra o sale de un sitio, cierra la puerta.

No logré convencerle. Lo malo es que al poco rodamos otra escena en la que yo entraba, ya de noche, en un dormitorio.

—No enciendas la luz inmediatamente —me dijo—, cuenta ocho o nueve segundos antes de darle al interruptor. Ignoraba el pobre que otra de las cosas que no soporto del cine es que los personajes tarden tanto tiempo en encender la luz cuando entran en una habitación a oscuras.

—Hasta aquí hemos llegado —le dije arrancándome el micro—, y tienes suerte de que no haya en el guión ninguna escena de cepillado de dientes.

El hombre puso cara de no entender.

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