SE MERECEN LA CÁRCEL
Las personas que dominan varios idiomas suelen otorgar a cada uno una finalidad práctica. Utilizan éste para el amor; este otro para los negocios; aquél de más allá para la escritura. Lo contaba muy bien Elías Canetti en un texto autobiográfico memorable. Da la impresión, en fin, de que las lenguas no pueden convivir dentro del mismo cuerpo sin especializarse en una actividad, como si a medida que llegan se las destinara a una función. Entre todas ellas suele haber una lengua franca, que sirve para salir adelante en todos los puertos (y aeropuertos). La lengua franca de nuestros días es el inglés, que a veces cumple un destino semejante al que aspiraba a desempeñar el esperanto. Los esperantistas eran muy románticos, pero tenían una imaginación limitada. Creían que hablar consiste básicamente en preguntar dónde está el servicio (cosa inútil, pues siempre está al fondo a la izquierda).
Nos preguntamos por qué los detenidos por Garzón y sus adláteres (qué rayos querrá decir adlátares) llamaban a sus empresas con nombres como Orange Market, Special Events, Thecnology Consulting Management, Easy Concept o Good and Better. Después de todo, eran gente de aquí y trabajaban con ayuntamientos castizos. Creo que Orange Market, por ejemplo, se forró en Valencia, donde las naranjas se siguen llamando naranjas y no oranges. Lo cierto es que todas estas personas, bilingües o no, habían decidido que el idioma para los negocios (para los negocios sucios, convendría añadir) era el inglés. Pobre inglés, qué les habrá hecho una lengua en la que escribieron Shakespeare y Norman Mailer, por citar dos casos. A ver si Garzón investiga también este asunto que no deja de resultar doloroso.
Ahora bien, por lo que ha transcendido del sumario, estos presuntos delincuentes utilizaban el español para el amor. He aquí unos ejemplos: «Le pusimos ahí y está subidito, se le ha olvidado que ha estado en la mierda». O bien: «Si doy la cinta que tengo de él se caga, pero voy también al trullo». En otras palabras, que además de robar, y tras las agresiones señaladas a la lengua de Shakespeare, apuñalaban también la de Cervantes. Sólo por ese doble crimen se merecen la cárcel.
Las personas que dominan varios idiomas suelen otorgar a cada uno una finalidad práctica. Utilizan éste para el amor; este otro para los negocios; aquél de más allá para la escritura. Lo contaba muy bien Elías Canetti en un texto autobiográfico memorable. Da la impresión, en fin, de que las lenguas no pueden convivir dentro del mismo cuerpo sin especializarse en una actividad, como si a medida que llegan se las destinara a una función. Entre todas ellas suele haber una lengua franca, que sirve para salir adelante en todos los puertos (y aeropuertos). La lengua franca de nuestros días es el inglés, que a veces cumple un destino semejante al que aspiraba a desempeñar el esperanto. Los esperantistas eran muy románticos, pero tenían una imaginación limitada. Creían que hablar consiste básicamente en preguntar dónde está el servicio (cosa inútil, pues siempre está al fondo a la izquierda).
Nos preguntamos por qué los detenidos por Garzón y sus adláteres (qué rayos querrá decir adlátares) llamaban a sus empresas con nombres como Orange Market, Special Events, Thecnology Consulting Management, Easy Concept o Good and Better. Después de todo, eran gente de aquí y trabajaban con ayuntamientos castizos. Creo que Orange Market, por ejemplo, se forró en Valencia, donde las naranjas se siguen llamando naranjas y no oranges. Lo cierto es que todas estas personas, bilingües o no, habían decidido que el idioma para los negocios (para los negocios sucios, convendría añadir) era el inglés. Pobre inglés, qué les habrá hecho una lengua en la que escribieron Shakespeare y Norman Mailer, por citar dos casos. A ver si Garzón investiga también este asunto que no deja de resultar doloroso.
Ahora bien, por lo que ha transcendido del sumario, estos presuntos delincuentes utilizaban el español para el amor. He aquí unos ejemplos: «Le pusimos ahí y está subidito, se le ha olvidado que ha estado en la mierda». O bien: «Si doy la cinta que tengo de él se caga, pero voy también al trullo». En otras palabras, que además de robar, y tras las agresiones señaladas a la lengua de Shakespeare, apuñalaban también la de Cervantes. Sólo por ese doble crimen se merecen la cárcel.
Molt bon article, com la majoria de Millás, però em sorprén el seu desconeixement de l'esperanto: "a veces [l'anglés] cumple un destino semejante al que aspiraba a desempeñar el esperanto. Los esperantistas eran muy románticos, pero tenían una imaginación limitada".
ResponEliminaPer què parla de l'esperanto i els esperantistes en passat? És que no sap que encara n'hi ha, d'esperantistes (i d'esperanto)?
Després, diu:
"Creían [en passat, clar] que hablar consiste básicamente en preguntar dónde está el servicio". És evident que no sap que hi ha literatura en Esperanto, Viquipèdia en esperanto, ràdios...
La veritat, no m'esperava aquest punt d'ignorància per part de Millás.