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dimecres, 25 de febrer del 2009

¿A qué esperamos?

¿A QUÉ ESPERAMOS?

Sonó con apremio el timbre de la puerta. Me levanté, abrí. Al otro lado estaba mi vecino dando las últimas boqueadas, agonizando. Pálido y sudoroso, logró decirme que le dolía mucho el pecho, que se le estaba rompiendo el corazón. Lo metí en mi coche y salimos pitando al hospital, donde entró en boxes (qué expresión) de inmediato.

Liberado de la carga, me senté en un banco y me puse a darle vueltas al asunto de a quién o a dónde telefonear, pues la mujer de mi vecino estaba de viaje y no disponía del teléfono de sus hijos. En esas me encontraba, cuando se abrió una puerta y apareció el enfermo completamente recuperado, tan campante. Casi me enfado con él.

-Pero ¿no era un infarto?

-Qué va, sólo un cúmulo de gases. Cuando me tocaron el estómago solté un eructo descomunal y se me pasaron en cuestión de segundos todos los males.

Con síntomas idénticos a los de mi vecino, a Garzón le diagnosticaron un cuadro de ansiedad. La ansiedad está mejor vista que los gases, tiene mejor prensa, no sabemos por qué. Si nos hubieran dicho que lo de Garzón era una flatulencia, habríamos tenido chirigota para rato. Suerte de ataque de ansiedad, o quizá suerte de médicos piadosos que diagnosticaron una cosa por otra. Después de todo, en el fondo de los gases hay con frecuencia un embate de angustia que no encuentra otra forma de manifestarse.

Y ahora, la pregunta del millón: ¿La crisis (la política y la económica y la social, toda) es un infarto o son gases? De momento, se viene diagnosticando como una parada cardiorrespiratoria porque tales son sus síntomas. Pero ¿y si bastara con que soltáramos un eructo brutal?

Imaginemos, por ejemplo, que los precios de la vivienda caen un 50%, y otro 50% el de los coches. Después de todo, hemos reconocido la existencia de la burbuja, o sea, del aire, de los gases. Y quien dice la vivienda o los coches, dice los restaurantes o la ópera. Llevábamos diez años, quizá más, viviendo por encima de nuestras posibilidades. Eso genera estrés, angustia, subida de tensión y gases. Pero se soluciona con una ventosidad. ¿A qué esperamos?

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