A VER QUÉ HACES
Maldita sea, si mi cuerpo fuera un Guggenheim o un Niemeyer, o un Musac, si mi cuerpo fuera un museo de última hora, levantado por un arquitecto de prestigio, la exposición permanente serían los intestinos, el estómago, el corazón, el hígado, el bazo… Tengo todo lo que se espera de un museo del cuerpo humano como el Museo del Prado tiene todo lo que se espera del Museo del Prado. Pero lo que da vidilla a estas instituciones son las exposiciones temporales. La gente hace colas para las temporales porque piensa que lo permanente estará ahí toda la vida y que ya irá mañana o pasado, aunque luego no vaya nunca. Para que acudamos en masa a ver las exposiciones permanentes han de convertirlas en temporales, ya ves tú lo contradictorio del caso.
Si mi cuerpo fuera un museo, y en alguna medida lo es, todos los son, qué clase de exposición temporal podría exponer en él ahora mismo. Ninguna. No tengo nada en la cabeza, paso por unos momentos de terrible sequía mental. Me levanto por las mañanas, me siento en el borde de la cama, cierro los ojos, penetro en la sala de exposiciones temporales de mi cuerpo, situada en la bóveda craneal, y no veo un solo cuadro colgado, no veo una sola fotografía, una sola instalación, no veo nada más que un vacío enorme, un silencio atronador, como si fuera un hombre hueco, un edificio sin amueblar, un bosque recién talado, una nave industrial clausurada por el juzgado, una urbanización fantasma.
Voy por la calle, me fijo en las personas que se cruzan conmigo y noto que, en el peor de los casos, tienen la cabeza llena de pájaros. Las sigo, a ver si se les escapa uno de esos pájaros y se mete en la mía. Quien dice pájaros dice ideas, si no ideas para exponer, ideas de andar por casa, por favor, ideas que le ayuden a uno a levantarse y a acostarse y a soportar con humor la campaña electoral. Todos los museos del mundo pueden vivir durante más o menos tiempo de sus fondos permanentes, pero de vez en cuando deben ofrecer a los visitantes los tesoros del Hermitage, por poner un ejemplo. Pero cuando la cabeza dice que no dice que no. Y la mía está en esas, a ver qué haces.
Maldita sea, si mi cuerpo fuera un Guggenheim o un Niemeyer, o un Musac, si mi cuerpo fuera un museo de última hora, levantado por un arquitecto de prestigio, la exposición permanente serían los intestinos, el estómago, el corazón, el hígado, el bazo… Tengo todo lo que se espera de un museo del cuerpo humano como el Museo del Prado tiene todo lo que se espera del Museo del Prado. Pero lo que da vidilla a estas instituciones son las exposiciones temporales. La gente hace colas para las temporales porque piensa que lo permanente estará ahí toda la vida y que ya irá mañana o pasado, aunque luego no vaya nunca. Para que acudamos en masa a ver las exposiciones permanentes han de convertirlas en temporales, ya ves tú lo contradictorio del caso.
Si mi cuerpo fuera un museo, y en alguna medida lo es, todos los son, qué clase de exposición temporal podría exponer en él ahora mismo. Ninguna. No tengo nada en la cabeza, paso por unos momentos de terrible sequía mental. Me levanto por las mañanas, me siento en el borde de la cama, cierro los ojos, penetro en la sala de exposiciones temporales de mi cuerpo, situada en la bóveda craneal, y no veo un solo cuadro colgado, no veo una sola fotografía, una sola instalación, no veo nada más que un vacío enorme, un silencio atronador, como si fuera un hombre hueco, un edificio sin amueblar, un bosque recién talado, una nave industrial clausurada por el juzgado, una urbanización fantasma.
Voy por la calle, me fijo en las personas que se cruzan conmigo y noto que, en el peor de los casos, tienen la cabeza llena de pájaros. Las sigo, a ver si se les escapa uno de esos pájaros y se mete en la mía. Quien dice pájaros dice ideas, si no ideas para exponer, ideas de andar por casa, por favor, ideas que le ayuden a uno a levantarse y a acostarse y a soportar con humor la campaña electoral. Todos los museos del mundo pueden vivir durante más o menos tiempo de sus fondos permanentes, pero de vez en cuando deben ofrecer a los visitantes los tesoros del Hermitage, por poner un ejemplo. Pero cuando la cabeza dice que no dice que no. Y la mía está en esas, a ver qué haces.
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