CRÍMENES DE ESTADO
Lunes. El Museo de Cera es una de las instituciones más rápidas del Estado. Posee una agilidad que para sí quisiera el Ministerio de Hacienda en su lucha contra el fraude. Despidió de su nómina a Marichalar a la velocidad del rayo y llevó a cabo la expulsión a la vista de todos, en una carretilla idéntica a aquella en la que se sacaron de Salamanca los papeles de su famoso archivo. Muchos avances electrónicos, pero en España, para las cosas fundamentales, se sigue utilizando la carretilla. Ancestrales que somos. Ya entonces, cuando lo de Marichalar, nos preguntamos si un muñeco de cera cobra tanto como para acelerar de esa forma un ERE. No es que nos gustara el muñeco del duque, o lo que fuera, pero quizá habría sido más caritativo trasladarlo de sección y rebajarle el sueldo. En cambio, lo echaron y luego lo fundieron. Quizá con la misma cera obtenida de su fusión moldearon el muñeco de Urdangarín, ahora mismo no sabemos cuál de los dos entró a trabajar antes en el museo. En cualquier caso, los muñecos se reencarnan. En una vida pueden ser duques y en la otra bandoleros de Sierra Morena. He ahí las ventajas de la cera frente a la carne, que se pudre y no sirve más que para abono, coño. Ahora le ha tocado el turno a Urdangarín, pero con este yerno ha sido la institución más cariñosa. Lejos de retirarle la nómina, lo ha cambiado de negociado. Dicen que se encuentra ya en la sección de deportes, disfrazado con un chándal. He ahí un muñeco afortunado. La vida ha sido muy injusta con Marichalar.
Martes. Se pregunta uno si tienen sentido los museos de cera tras la invención del látex, que aporta mayor realismo y no precisa de tanto mantenimiento. Una vecina mía, de ocho años, juega en el portal con un muñeco de látex que pone los pelos de punta porque te lo crees de arriba abajo. Se trata de un bebé recién parido, con sus arrugas, sus ojos achinados, su cráneo ligeramente así… A veces pienso que la muñeca es ella, la niña, porque la calidad de su piel es muy inferior a la de su hijo artificial. Por otro lado, piensa uno también que la cera aporta lo cerúleo, una característica específica del cadáver humano. La cerulez, si me permiten la palabra, se le escapa al látex, que envejece de un modo distinto. Luego está el olor también, claro. Los museos de cera huelen sin excepción a tanatorio. Así que quizá esta materia continué teniendo sentido frente al látex. Si hicieran una réplica de mí, Dios no lo permita, preferiría la cera al látex. Acabo de descubrir que es más humana.
Miércoles. Los crímenes de Estado son secretos de Estado. Conviene meterse bien esto en la cabeza. Cuando el Estado mata, hay que silbar y hacer como que no has visto nada, porque si lo revelas te asesinan legalmente. Es lo que le ocurrió al soldado Manning, que sacó a la luz cientos o miles de crímenes de Estado y ahora está en el banquillo. Seguramente, le juzgan los mismos que cometieron los crímenes revelados por él, lo cual es un sindiós o un contradiós, como ustedes prefieran. Manning se presentó en el juicio, suponemos que por orden de sus jefes, con su uniforme de camuflaje, lo que no es un detalle menor. A los EE UU les encantaría que este juicio, que tiene mucho de crimen de Estado, pasara inadvertido para que la gente no pierda la fe en las instituciones, de ahí el vestuario. Por cierto, que el juicio coincide con la salida de las tropas norteamericanas de Irak. Obama dijo que salían con la cabeza alta. Vale. No le refrescaremos la memoria, ni refrescaremos la nuestra, por asco. La cabeza alta, dice.
Jueves. Siete de cada diez españoles consideran que el euro les jodió la vida. Lo que no dicen es si volverían a la peseta. Hay en los aeropuertos unos pasillos con dos puertas en forma de esclusa en los que figura la leyenda: “Pasillo sin retorno”. Siempre me da miedo atravesarlos porque la vida consiste, básicamente, en volver. Una persona que no ha vuelto, aunque sea para contarlo, es una persona que no ha vivido. Del único lugar del que no se vuelve es de la muerte (y del euro). De ahí mi aprensión a esos pasillos. Y a la moneda única.
Lunes. El Museo de Cera es una de las instituciones más rápidas del Estado. Posee una agilidad que para sí quisiera el Ministerio de Hacienda en su lucha contra el fraude. Despidió de su nómina a Marichalar a la velocidad del rayo y llevó a cabo la expulsión a la vista de todos, en una carretilla idéntica a aquella en la que se sacaron de Salamanca los papeles de su famoso archivo. Muchos avances electrónicos, pero en España, para las cosas fundamentales, se sigue utilizando la carretilla. Ancestrales que somos. Ya entonces, cuando lo de Marichalar, nos preguntamos si un muñeco de cera cobra tanto como para acelerar de esa forma un ERE. No es que nos gustara el muñeco del duque, o lo que fuera, pero quizá habría sido más caritativo trasladarlo de sección y rebajarle el sueldo. En cambio, lo echaron y luego lo fundieron. Quizá con la misma cera obtenida de su fusión moldearon el muñeco de Urdangarín, ahora mismo no sabemos cuál de los dos entró a trabajar antes en el museo. En cualquier caso, los muñecos se reencarnan. En una vida pueden ser duques y en la otra bandoleros de Sierra Morena. He ahí las ventajas de la cera frente a la carne, que se pudre y no sirve más que para abono, coño. Ahora le ha tocado el turno a Urdangarín, pero con este yerno ha sido la institución más cariñosa. Lejos de retirarle la nómina, lo ha cambiado de negociado. Dicen que se encuentra ya en la sección de deportes, disfrazado con un chándal. He ahí un muñeco afortunado. La vida ha sido muy injusta con Marichalar.
Martes. Se pregunta uno si tienen sentido los museos de cera tras la invención del látex, que aporta mayor realismo y no precisa de tanto mantenimiento. Una vecina mía, de ocho años, juega en el portal con un muñeco de látex que pone los pelos de punta porque te lo crees de arriba abajo. Se trata de un bebé recién parido, con sus arrugas, sus ojos achinados, su cráneo ligeramente así… A veces pienso que la muñeca es ella, la niña, porque la calidad de su piel es muy inferior a la de su hijo artificial. Por otro lado, piensa uno también que la cera aporta lo cerúleo, una característica específica del cadáver humano. La cerulez, si me permiten la palabra, se le escapa al látex, que envejece de un modo distinto. Luego está el olor también, claro. Los museos de cera huelen sin excepción a tanatorio. Así que quizá esta materia continué teniendo sentido frente al látex. Si hicieran una réplica de mí, Dios no lo permita, preferiría la cera al látex. Acabo de descubrir que es más humana.
Miércoles. Los crímenes de Estado son secretos de Estado. Conviene meterse bien esto en la cabeza. Cuando el Estado mata, hay que silbar y hacer como que no has visto nada, porque si lo revelas te asesinan legalmente. Es lo que le ocurrió al soldado Manning, que sacó a la luz cientos o miles de crímenes de Estado y ahora está en el banquillo. Seguramente, le juzgan los mismos que cometieron los crímenes revelados por él, lo cual es un sindiós o un contradiós, como ustedes prefieran. Manning se presentó en el juicio, suponemos que por orden de sus jefes, con su uniforme de camuflaje, lo que no es un detalle menor. A los EE UU les encantaría que este juicio, que tiene mucho de crimen de Estado, pasara inadvertido para que la gente no pierda la fe en las instituciones, de ahí el vestuario. Por cierto, que el juicio coincide con la salida de las tropas norteamericanas de Irak. Obama dijo que salían con la cabeza alta. Vale. No le refrescaremos la memoria, ni refrescaremos la nuestra, por asco. La cabeza alta, dice.
Jueves. Siete de cada diez españoles consideran que el euro les jodió la vida. Lo que no dicen es si volverían a la peseta. Hay en los aeropuertos unos pasillos con dos puertas en forma de esclusa en los que figura la leyenda: “Pasillo sin retorno”. Siempre me da miedo atravesarlos porque la vida consiste, básicamente, en volver. Una persona que no ha vuelto, aunque sea para contarlo, es una persona que no ha vivido. Del único lugar del que no se vuelve es de la muerte (y del euro). De ahí mi aprensión a esos pasillos. Y a la moneda única.
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