PARECIDO A CAMPS
Me parezco a Camps en que tampoco pido facturas ni tiques, y no por miedo a que crean que lo cargo todo a protocolo, sino porque soy un desastre. Cuando llegan estas fechas, el señor que me hace la declaración de la renta se enfada mucho conmigo, ya que no encuentra el hombre con qué desgravar.
—¿Pero qué te cuesta pedir el papelito cuando coges un taxi?
Dicho así, parece que lleva razón. Está chupado pedir el papelito, pero a mí me da una pereza enorme. Y cuando me lo dan sin pedirlo, como en El Corte Inglés, lo pierdo enseguida. Confío más en la administración de El Corte Inglés y de las tiendas en general que en la mía, que es inexistente. Dado que soy autónomo, me podría desgravar hasta la gasolina del coche, donde te dan el tique sin necesidad de pedirlo. Y lo cojo y me lo meto en el bolsillo y cuando llego a casa me pregunto en qué cajón guardarlo, pero están todos los cajones llenos de cosas inútiles, de modo que al final lo archivo en la basura. ¿Que por qué almaceno las cosas inútiles en vez de las útiles? Porque me gusta hacerme daño, es mi carácter.
En lo que nos diferenciamos Camps y yo es en que él siempre paga en efectivo (para no dejar rastros), mientras que yo siempre pago con tarjeta (para dejar pistas). Camps, en sus declaraciones ante el juez, se muestra preocupado por dar un «ritmo de modernidad» a los actos de su partido (organizados mayormente por El Bigotes). Pero luego no lleva esa modernidad a su vida privada. No se entiende esa manía de pagarlo todo en efectivo, sobre todo en un hombre tan pulcro, con lo que ensucia el dinero. Gran parte de ese dinero procedía además de la caja de la farmacia de su mujer, es decir, que había pasado previamente por las manos de gente enferma. No nos pega, francamente, que el limpísimo Camps se expusiera a pillar una bacteria intestinal pudiendo evitarla con la tarjeta de crédito, que está desinfectada.
Quiere decirse que el diálogo de Camps con el juez parece una conversación de besugos, y no por culpa de su señoría, sino del presidente de la Generalitat, que contesta a todo como si estuviera zumbado. En eso también nos parecemos Camps y yo, pero un servidor no tiene responsabilidades políticas.
Me parezco a Camps en que tampoco pido facturas ni tiques, y no por miedo a que crean que lo cargo todo a protocolo, sino porque soy un desastre. Cuando llegan estas fechas, el señor que me hace la declaración de la renta se enfada mucho conmigo, ya que no encuentra el hombre con qué desgravar.
—¿Pero qué te cuesta pedir el papelito cuando coges un taxi?
Dicho así, parece que lleva razón. Está chupado pedir el papelito, pero a mí me da una pereza enorme. Y cuando me lo dan sin pedirlo, como en El Corte Inglés, lo pierdo enseguida. Confío más en la administración de El Corte Inglés y de las tiendas en general que en la mía, que es inexistente. Dado que soy autónomo, me podría desgravar hasta la gasolina del coche, donde te dan el tique sin necesidad de pedirlo. Y lo cojo y me lo meto en el bolsillo y cuando llego a casa me pregunto en qué cajón guardarlo, pero están todos los cajones llenos de cosas inútiles, de modo que al final lo archivo en la basura. ¿Que por qué almaceno las cosas inútiles en vez de las útiles? Porque me gusta hacerme daño, es mi carácter.
En lo que nos diferenciamos Camps y yo es en que él siempre paga en efectivo (para no dejar rastros), mientras que yo siempre pago con tarjeta (para dejar pistas). Camps, en sus declaraciones ante el juez, se muestra preocupado por dar un «ritmo de modernidad» a los actos de su partido (organizados mayormente por El Bigotes). Pero luego no lleva esa modernidad a su vida privada. No se entiende esa manía de pagarlo todo en efectivo, sobre todo en un hombre tan pulcro, con lo que ensucia el dinero. Gran parte de ese dinero procedía además de la caja de la farmacia de su mujer, es decir, que había pasado previamente por las manos de gente enferma. No nos pega, francamente, que el limpísimo Camps se expusiera a pillar una bacteria intestinal pudiendo evitarla con la tarjeta de crédito, que está desinfectada.
Quiere decirse que el diálogo de Camps con el juez parece una conversación de besugos, y no por culpa de su señoría, sino del presidente de la Generalitat, que contesta a todo como si estuviera zumbado. En eso también nos parecemos Camps y yo, pero un servidor no tiene responsabilidades políticas.
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