CAPRICHOS CAROS
Encargar la biografía de Franco a Luis Suárez es como pedirle a un funcionario alemán la de la E. coli. Las biografías, como las necrológicas, se escriben para hablar bien de uno mismo, ya sea por identificación o desidentificación de la bacteria o personaje biografiados. Por cierto, que Luis Suárez no denomina dictador al generalísimo porque dice que este jamás se refirió a sí mismo con ese término, que es como no llamar bacteria a la bacteria porque ella no se reconoce en esa palabra. Si Franco, en vez de general, hubiera sido una bacteria (en alguna medida lo fue, y enormemente virulenta, pues también tenía algo de virus) habría ordenado que le llamaran bacterísima, o bacteriasísima, no sé, se trata de un superlativo complicadísimo. Es más fácil el de virus: virusísimo. Su excelencia el virusísimo generalísimo Francisco Franco Bahamonde.
El caso es que el célebre Diccionario Biográfico Español ha llegado al mercado con más microbios que una hamburguesa fecal. Si están ustedes vacunados, no dejen de echar un vistazo a las biografías de Azaña, Escrivá de Balaguer, Alfonso Armada o Álvarez Cascos. Y solo citamos hombres porque apenas contiene biografías de mujeres. Calificaríamos la obra de misógina y de extrema derecha si no tuviéramos miedo a que el riguroso historiador Luis Suárez, utilizando una vez más el método científico, nos censurara por aplicar estos calificativos en los que ella no se reconoce. Menos mal que tiene 25 tomos y que cuesta 3.000 euros, precio y tamaño que evitarán la infección en quienes carecen de espacio y dinero para llevársela a casa.
En todo caso, la ventaja de que haya tan pocas mujeres es que nos evitar leer sobre ellas las tonterías que se han escrito sobre algunos hombres. El capricho de la Real Academia de la Historia ha costado al contribuyente seis millones de euros.
Encargar la biografía de Franco a Luis Suárez es como pedirle a un funcionario alemán la de la E. coli. Las biografías, como las necrológicas, se escriben para hablar bien de uno mismo, ya sea por identificación o desidentificación de la bacteria o personaje biografiados. Por cierto, que Luis Suárez no denomina dictador al generalísimo porque dice que este jamás se refirió a sí mismo con ese término, que es como no llamar bacteria a la bacteria porque ella no se reconoce en esa palabra. Si Franco, en vez de general, hubiera sido una bacteria (en alguna medida lo fue, y enormemente virulenta, pues también tenía algo de virus) habría ordenado que le llamaran bacterísima, o bacteriasísima, no sé, se trata de un superlativo complicadísimo. Es más fácil el de virus: virusísimo. Su excelencia el virusísimo generalísimo Francisco Franco Bahamonde.
El caso es que el célebre Diccionario Biográfico Español ha llegado al mercado con más microbios que una hamburguesa fecal. Si están ustedes vacunados, no dejen de echar un vistazo a las biografías de Azaña, Escrivá de Balaguer, Alfonso Armada o Álvarez Cascos. Y solo citamos hombres porque apenas contiene biografías de mujeres. Calificaríamos la obra de misógina y de extrema derecha si no tuviéramos miedo a que el riguroso historiador Luis Suárez, utilizando una vez más el método científico, nos censurara por aplicar estos calificativos en los que ella no se reconoce. Menos mal que tiene 25 tomos y que cuesta 3.000 euros, precio y tamaño que evitarán la infección en quienes carecen de espacio y dinero para llevársela a casa.
En todo caso, la ventaja de que haya tan pocas mujeres es que nos evitar leer sobre ellas las tonterías que se han escrito sobre algunos hombres. El capricho de la Real Academia de la Historia ha costado al contribuyente seis millones de euros.
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