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diumenge, 8 de maig del 2011

Historia y literatura

HISTORIA Y LITERATURA

Nadie se lo podía haber dicho mejor que Llamazares: «No le reconozco. No se puede asesinar premeditadamente, aunque sea a un terrorista. Señor presidente del Gobierno, no se puede violar el territorio de un país aunque sea para buscar a un terrorista. No se pueden eliminar pruebas, no se puede ejercer el escarnio con el cuerpo del terrorista asesinado de política antiterrorista». Lo que nos preguntamos es si Zapatero se reconoce a sí mismo. Quizá no: respondió a Llamazares que su posición era minoritaria en la comunidad internacional. En otras palabras, acudió para legitimar el crimen al aplausómetro. Es difícil caer más bajo. Con ese instrumento de medida, Hitler estaría en los altares. Al terminar la sesión, una periodista se acercó a la ministra de Defensa para preguntarle qué pensaba acerca de la tortura. Tras unos instantes de indecisión, dijo que se remitía a lo dicho por Zapatero, que no se había manifestado sobre el asunto, pero por si acaso. Tampoco Leire Pajín se atrevió a condenarla, por si acaso también.

La política del por si acaso nos sume en una gran inseguridad jurídica y moral (con perdón por acudir a la moral). El Zapatero de hoy no habría hecho regresar las tropas de Irak. Tampoco habría permanecido sentado frente al paso de la bandera de los EE UU. Zapatero, como el Universo, ha entrado, tras un período de explosión o ensanchamiento, en una era de implosión. Va encogiéndose física e ideológicamente, aunque a mayor velocidad que las galaxias. De aquí a un año puede quedar en nada y, lo que es peor, puede dejarnos en nada. Francamente, impresiona, sobre todo si nos remontamos al principio de los tiempos, a los orígenes, a aquel emocionante «no os defraudaré».

¿Se habrá defraudado a sí mismo? Ojalá, eso al menos, una vez fuera de la política (de su política), lo salvaría para la novela, lo convertiría en un personaje literario. Desde la literatura se entiende mejor el mundo que desde la historia. Señor presidente, ya que no podemos rescatarle a usted desde la historia, déjenos rescatarle (y rescatarnos de paso) desde la literatura. Desgárrese un poco, dude, sufra a la vista de todos por lo que fue y por aquello en lo que se va quedando. Construya un personaje digno de su caída. No nos decepcione una vez más. Gracias.

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