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divendres, 30 de gener del 2009

Sorpresa

SORPRESA

Ignoro si estaba en la intención de los anunciantes, pero lo del autobús ateo parece una respuesta irónica y amable a siglos de intolerancia religiosa. El cardenal Rouco Varela, por su edad, debe de recordar perfectamente cuando en este país te pedían el certificado de bautismo hasta para ir al baño (el de penales y el de bautismo, no siempre en este orden). Tal vez el propio Rouco los expedía y los cobraba, pues costaban un dinero. Por su edad, debe de recordar también los días en los que la Iglesia tenía el monopolio absoluto de la educación (que no se trataba precisamente de una educación para la ciudadanía). Quizá no haya olvidado los métodos violentos (tanto desde el punto de vista físico como psicológico) con los que te metían la idea de Dios (de su Dios) por donde te cupiera. No es tan mayor como para no haber visto las procesiones en las que Franco era llevado bajo palio junto al Altísimo. Quizá él mismo sostuvo alguno de los palos del dosel. Aún sin saber a ciencia cierta su fecha de nacimiento, estoy seguro de que le tuvieron que llegar noticias de las barbaridades perpetradas por los curas castrenses en el ejército del Generalísimo. Quizá en algún momento de insomnio (a su edad abundan) le vengan a la memoria los tribunales eclesiásticos, auténticos tenderetes jurídicos donde los ricos anulaban sus matrimonios mientras a los pobres se les prohibía el divorcio. Dadas sus responsabilidades actuales, Rouco no puede ignorar las dificultades que la Iglesia pone a quienes, habiendo sido bautizados a la fuerza, pretenden apostatar de ese Dios tan simpático (y tan hábil para los negocios). Y conste que no hablamos de Galileo ni de la Inquisición, sino de ayer mismo, de cosas que han visto personas como yo. De ahí que sorprenda tanto su virulenta reacción frente a una campaña ingenua y en absoluto agresiva.

Alcanzar el cielo

ALCANZAR EL CIELO

Sobre la duración de la crisis escuchamos cada día opiniones distintas y con frecuencia incompatibles. El Gobierno asegura que su final coincidirá con el del año en curso, aunque hasta no hace mucho afirmaba que empezaríamos a ver la luz hacia la primavera. He ahí una opinión (o dos). Pero si escuchamos lo que afirman algunos organismos internacionales, parece que también 2010 será un año de vacas flacas. Más aún: esta mañana, en una tertulia radiofónica, alguien ha aseverado que esto es cosa, como mínimo, de diez años. Se da además la circunstancia de que los temperamentos pesimistas acusan a Zapatero de no decir la verdad (que la crisis será larga), aunque si la dijera le criticarían por resignarse a ello. Hay gente que necesita la existencia de la crisis, bien para quejarse de que no se termina, bien para escandalizarse de que alguien pretenda liquidarla.

El ser humano es endiabladamente complicado. Una persona sencilla habría sido incapaz de inventar el mercado hipotecario, que parece que es una de las cosas que nos ha llevado a la ruina. Personalmente, nunca creí que me alegrara del beneficio de los banqueros, pero cuando vi en el telediario que el BBVA y el Santander, pese a la situación, habían obtenido pingües beneficios, di un respiro, y eso sin conocer el significado de pingüe. Cuando fui al diccionario de la RAE y leí la primera acepción, me quedé un poco decepcionado. Pingüe, por lo visto, significa «craso, gordo, mantecoso». Quiere decirse que los bancos han tenido beneficios crasos, gordos y mantecosos. No lo imaginaría uno en gente tan bien vestida. Pero vivir es desilusionarse. Yo creía conocer el significado del término palabra hasta que lo busqué también en el diccionario de la RAE, donde dice: «Segmento del discurso unificado habitualmente por el acento, el significado, y pausas potenciales inicial y final». ¿Quién nos iba a decir que las palabras eran una cosa tan rara? Casi no se atreve uno a utilizarlas. Tal vez en esta crisis de la que nadie sabe nada y en cuyo interior no logramos entendernos tenga algo que ver con un síndrome que podríamos denominar Torre de Babel. Después de todo, la globalización era un intento de alcanzar el cielo.

dimecres, 28 de gener del 2009

Física y química

FÍSICA Y QUÍMICA

Vuelve el balón intragástrico a las páginas de publicidad de los periódicos. Se trata de una pelota que, introducida en el estómago, reduce el espacio para los alimentos. El resultado es que te sacias antes, depende de lo inflada que esté. Según el anuncio, se pueden perder 22 kilos en 90 días. Recuerdo haber escrito algo sobre este invento hace dos o tres años, cuando tuve noticias de él por vez primera. Me llamó la atención por su sencillez y porque se trataba de un artefacto puramente mecánico.

El cuerpo humano es una rara mezcla de física y química, lo que ha dado lugar a especialidades que satisfacen ambas necesidades. Ahora están de moda los osteópatas, que te ordenan los huesos con la facilidad con la que otros ordenan una biblioteca (aunque no por orden alfabético). En las sociedades desarrolladas hay una curiosa vuelta a la mecánica, de ahí la proliferación de masajistas y fisioterapeutas. Las pastillas sufren un cierto desprestigio porque no resulta fácil controlar sus efectos. De hecho, no se sabe de nadie que tras leer el prospecto de una medicina actual se atreva a tomarla. Los efectos secundarios son cada vez más crueles, menos manejables. Además, nos acabamos de enterar de que hay bacterias adictas a los antibióticos como hay seres humanos adictos a la heroína. Llega un momento en el que no sabe uno si se medica para sí o para la bacteria, que cuando está con el mono puede hacer cualquier barbaridad.

El mismo día en el que tropiezo con el anuncio del balón intragástrico, me sale al paso también la publicidad de una técnica quirúrgica que remodela la silueta. Si lo he entendido bien, se trata de un bisturí que esculpe la carne como el cincel esculpe el mármol. El término cirugía nos remite de nuevo a la mecánica. Quizá vuelvan a ponerse de moda los manitas. No sería raro. En épocas de escasez necesitamos gente que con un destornillador, dos alicates y tres piezas desechadas del motor de una nevera rota sean capaces de fabricar una batidora.

Escuchando las recetas de Obama para sortear la crisis económica (construyamos puentes y carreteras, dijo) parece que también las recetas contra el paro van ser más mecánicas que químicas.

dilluns, 26 de gener del 2009

Falta de luces

FALTA DE LUCES

Si los directivos de mi banco se estuvieran dando las puñaladas que se dan los responsables de Caja Madrid, huiría a cien por hora con mis ahorros debajo del brazo. Una entidad -bancaria o no- puede resistir con inteligencia el acoso de sus enemigos, pero puede caer como un castillo de naipes bajo los zarpazos de los amigos. La mayoría de las instituciones se derrumban desde dentro y la historia está llena de ejemplos que lo demuestran. Por fortuna, no tengo mi dinero en Caja Madrid. Dependo, eso sí, como vecino de la capital del Reino, de la sanidad pública de Esperanza Aguirre, cuyos servicios de urgencias son tan deplorables que el Defensor del Pueblo ha decidido intervenir de oficio. De la sanidad no hay forma de escapar. Pido a Dios no caer enfermo estos días del cruel invierno para no ir a dar en uno de esos pasillos costrosos donde agonizan los ciudadanos madrileños que llevan toda la vida pagando una sanidad que no tienen.

Otro asunto del que tampoco puedo huir es del espionaje. Espero que no, pero cómo averiguar si los servicios secretos de la comunidad de Madrid me siguen. Tal vez, en algún despacho cercano al de Aguirre haya en estos instantes un idiota leyendo un informe sobre mis movimientos. Salió de casa, caminó hasta la boca del metro, descendió a los infiernos y apareció media hora más tarde en Gran Vía, donde paseó sospechosamente por entre las pilas de novedades de una librería. Luego comió en un japonés con un joven del que no hemos podido averiguar nada (tranquilos, era mi hijo). Regresó a casa sin haber asesinado a nadie y ya no salió de ella hasta las nueve de la noche, con el perro, para dar una vuelta a la manzana.

No es que un servidor se considere lo suficientemente importante para ser objeto de una investigación; es que los espías del gobierno de Esperanza Aguirre son lo suficientemente tontos para emprenderla. No hay más que leer los informes que ha dado la prensa para comprender su falta de luces. Si toda la gestión de esta mujer que aspira a gobernar España es así de brillante, vayan ustedes sacando sus ahorros de Caja Madrid y apúntense a un seguro médico privado. Hasta que pase la tormenta. De nada.

divendres, 23 de gener del 2009

Pasear y soñar

PASEAR Y SOÑAR

Me fui a la cama a la hora de siempre. Encogí las piernas, doblé la espalda, metí la barbilla en el pecho, me tapé hasta las orejas con el edredón e imaginé que salía de mi cuerpo y viajaba por el aire hasta el centro de la ciudad. La luna iluminaba el ambiente, pero proyectaba también grandes sombras sobre la ciudad; a veces me parecía ver la mía atravesando la terraza de un ático. Reconocía cada edificio, enumeraba sus particularidades, reparaba en los pormenores de las esquinas, nombraba las calles... Se trata de un ejercicio recomendado por mi médico para la memoria. Al principio lo hacía por obligación, pero luego empezó a divertirme y estaba deseando meterme en la cama para volar.

El caso es que al pasar por encima del tanatorio de la M-30, algo me impulsó a descender. Tras curiosear un poco por las salas, me introduje en la cabeza de un cadáver asomándome a través de sus ojos al exterior. Al otro lado de la pecera donde se encontraba el ataúd había una mujer de espaldas, recibiendo el pésame de un hombre cuyo rostro me resultaba vagamente familiar. Tras unos instantes, el hombre se retiró y la mujer se dio la vuelta. Iba de negro, con un collar de plata que le traje de México, pues se trataba de mi mujer. La impresión, mortal, me hizo regresar volando a mi cuerpo, donde abrí los ojos para comprobar dónde me encontraba realmente. Y me encontraba en el ataúd. Oh, Dios, no puede ser, me dije, pero cierra los ojos, espera unos segundos, vuelve a abrirlos y todo habrá regresado a su ser, como cuando el cerrojo del cuarto de baño funciona al segundo intento. Lo hice y, en efecto, ahora estaba en la cama. No he vuelto a imaginar que salgo por las noches, aunque sea bueno para la memoria. También dejé de pasear, que según el mismo médico era excelente para el corazón, porque llegaba a sitios que no debía.

Un simple mortal

UN SIMPLE MORTAL

Si has salido al campo un día de niebla espesa, sabrás que debajo de ese fenómeno desaparece todo, incluso tú. No ignoras que el pino o el álamo están ahí, a unos pasos, a tu izquierda, pero se trata de un conocimiento teórico que quizá la práctica no confirme. De hecho, te acercas, extiendes la mano y no tropiezas con el árbol que lleva ahí toda la vida. En realidad (teóricamente al menos) eres tú el que no está donde debe. Hay algo de fabuloso y terrible en la aventura de caminar bajo la niebla por un espacio familiar. Es lo más parecido a un paseo por la conciencia, donde los objetos cotidianos se transforman en bultos amenazantes.

Obama es niebla. A lo largo de estos días nos hemos movido por la realidad con las manos extendidas, sin ver ni percibir otro asunto que no fuera Obama. Sabíamos teóricamente que sucedían otras cosas en el mundo, pero todas ellas quedaron momentáneamente suspendidas, como se suprime el tráfico aéreo en los aeropuertos cuando hay niebla de puré de guisantes. No importaba la emisora de radio que sintonizaras, el canal de televisión que escogieras, el periódico que abrieras. Obama se manifestaba al modo de una conciencia universal que lo eclipsaba todo. A veces, te detenías diciéndote voy a leer este artículo o este otro sobre el mandatario estadounidense, a ver si me entero de quién es, pero enseguida te atacaba el desánimo. La niebla no se lee; se siente, te invade, te penetra. De súbito, en ese caminar a ciegas a través del omnipresente Obama, tropezabas con un fragmento de realidad, pero te daba miedo acercarte a ella, por si se hubiera transformado, bajo la niebla, en un monstruo.

Y es que la niebla tiene algo de pañuelo de mago. Cuando se levanta, siempre esperamos encontrar debajo algo nuevo o sorprendente.

La sobredosis de Obama ha sido una experiencia estimulante, desde luego, pero también un poco agotadora. Ahora vamos a ver si debajo de la niebla, cuando se levante, sigue habiendo lo de siempre o la realidad se ha convertido en un paraíso. No le será fácil, a quien ha sido recibido por la tribu como un brujo, como un chamán, como un mago, gobernar como un simple mortal.

dimecres, 21 de gener del 2009

El misterio de la luz

EL MISTERIO DE LA LUZ

El 18 de mayo de 1988, Sándor Márai escribe en su diario: "Vuelve una y otra vez el misterio de las arañas. Aparecieron en el techo de la editorial de Hamburgo unos minutos antes que la aviación inglesa lanzara sobre la ciudad el primer gran bombardeo, una tarde de otoño de 1944. Apenas sabemos nada sobre la energía que mueve la maquinaria."

Cuando escribe este texto, Márai es un anciano decrépito. Su mujer ha muerto y vive solo en San Diego, el último lugar de su largo exilio y donde no tardará en pegarse un tiro en la cabeza. Mientras tanto, registra en las páginas de su diario hechos aparentemente banales, como las dificultades que tiene para subir o bajar del autobús y para prepararse una tortilla, además del misterio de las arañas. Entre esos hechos banales relata, sin énfasis alguno, el momento en el que decide comprarse una pistola para cuando las fuerzas lo abandonen del todo. En la armería le entregan, con el revólver, muchas más balas de las necesarias para suicidarse. El dependiente hace un gesto de indiferencia cuando Márai le señala que no necesita tantas. Días más tarde, el anciano novelista acude a un centro de tiro, para aprender a disparar. No quiere cometer errores. La pistola, en el cajón de la mesilla de noche, le proporciona la seguridad que a otros les produce una caja de ansiolíticos. Vuelve una y otra vez el misterio de los ansiolíticos, y de las pistolas, además del de las arañas.

Es raro encontrar en un diario la capacidad adictiva que tiene el de Márai, sobre todo si pensamos que son notas escritas a vuelapluma, sin ningún afán retórico, casi sin intención literaria. Pero comienza uno a leerlo y tiene la impresión de que le va la vida en ello. De algún modo extraño y misterioso (como el comportamiento de las arañas), logra el húngaro contar la existencia del lector más que la propia. Es cierto, como me señalaba recientemente un amigo, que estos Diarios 1984-1989 (Salamandra) resultan a primera vista demoledores por el pesimismo que irradian, pero también es verdad que esa desesperanza resulta visible gracias a una extraña luz que no se apaga ni cuando cierras el libro. Vuelve el misterio de la luz.

dilluns, 19 de gener del 2009

A ver si nos aclaramos

A VER SI NOS ACLARAMOS

Han provocado un alboroto increíble las declaraciones de una autoridad estadounidense en las que se admite que Guantánamo es un centro de tortura. Lo increíble es que pasaran inadvertidas las que aseguraban lo contrario, porque ésas eran las escandalosas. Lo indecente no es que alguien diga que es de día cuando es de día, sino que alguien asegure que es martes cuando es miércoles. ¿Quién ignoraba que Guantánamo era un centro de recreo para temperamentos sexualmente perversos? Nadie, por Dios. Hemos visto las fotografías con los uniformes de los reclusos. Nos los han mostrado de rodillas, encadenados, en posturas que se repiten cada día (como representación, afortunadamente) en todos los prostíbulos del mundo. Bush y sus generales crearon Guantánamo para dar rienda suelta a fantasías inconfesables. Asegurar, como aseguraba hace poco en una entrevista el jefe de aquel lupanar, que Guantánamo era un hotel de cinco estrellas es como jurar que es enero cuando estamos en febrero. Está todo tan patas arriba que ahora es noticia que un perro muerda a un hombre.

Hablando de mordeduras, ¿quién muerde a quién en Gaza? Leo en periódicos muy serios titulares que hablan de la lucha de Israel contra los «radicales palestinos». Pero qué radicales palestinos, por favor. ¿Cuántos niños han destripado estos radicales? Si hay en esa zona una fuerza radical, extremista y asesina, es la representada por el Estado de Israel. ¿Qué es el terrorismo? ¿Qué es lo que practica el ejército judío? ¿Quién bombardea escuelas, hospitales, centros de la Cruz Roja? ¿Quién practica una política de exterminio? Que no nos digan que es de noche, por favor, porque estamos viendo que es de día.

Pero no todo son miserias, muerte, destrucción, mentiras, terrorismo de Estado, crisis económica o dividendos bancarios inmorales. En medio de este páramo, Soraya Sáenz de Santamaría ha posado en plan Marilyn Monroe para El Mundo. Está bien, nos ha gustado mucho, hemos puesto la foto en la cabina del camión. Pero no estaría mal que la tal Soraya imaginara qué habrían dicho ella y Rajoy (el que la engatusó) si alguna militante socialista hubiera aparecido con esos tules en la portada de Vogue. ¿Es de día o no es de día? A ver si vamos aclarándonos.

divendres, 16 de gener del 2009

El libertador

EL LIBERTADOR

La justicia ha sido, desde que tenemos memoria, una de las manifestaciones más cutres y pringosas del Estado. Antes de que la prensa publicara las fotografías de los expedientes judiciales amontonados junto a aquellas letrinas roñosas, ya sabíamos que el papel higiénico convivía desde siempre con el de la magistratura. Cualquiera que haya pasado al lado de una toga sabe perfectamente a qué huele. Pero llevan oliendo toda la vida de ese modo sin que el olfato de sus señorías sufriera por ello. Los pasillos de un juzgado son lo más parecido a una estación de autobuses de los años cincuenta del pasado siglo o al servicio de urgencias de un hospital cualquiera de Esperanza Aguirre. Traspasas las lindes del pulverulento reino de los tribunales y tienes la impresión de haber caído dentro de una novela de Franz Kafka.

Siempre nos hemos preguntado por qué los jueces, de cuyo poder nadie duda (lo llevan escrito en la cara), toleraban esa situación, por qué no se modernizaban como el resto de las instituciones, por qué no ventilaban sus dependencias, por qué ignoraban la existencia de los detergentes modernos o las ventajas de la informática. Y la única explicación que encontrábamos era que no les interesaba. Mientras la justicia funcionara mal, ellos harían y desharían a su antojo, con coartada para justificar toda clase de desmanes. Lo cierto es que jamás se manifestaron por la falta de medios, del mismo modo que los obispos no se manifestaron, en tiempos peores, por la falta de libertad. Unos y otros se han caído del caballo ahora mismo, vaya por Dios, en plena democracia y con un Gobierno socialista en el poder. Está bien, más vale tarde que nunca. Lo curioso es que uno de los líderes de este movimiento sindical sobrevenido sea el juez Tirado. Son ustedes hábiles (y decentes) hasta para elegir a sus libertadores.

Renovar el forro

RENOVAR EL FORRO

Si las rebajas fueran un estado de ánimo, el nuestro está por los suelos. Lo digo porque me acerqué ayer a tres o cuatro grandes superficies, para ver el ambiente, y volví a casa más triste de lo que había salido. Los compradores (es un decir) iban de un lado a otro como si hubieran caído en el purgatorio. Lejos de comprar, hacían tiempo, o lo mataban, mataban el tiempo, que en época de crisis se hace más largo de lo habitual. Vi las camisas y las chaquetas y los pantalones colgando trágicamente de sus perchas como peleles, como ahorcados, como trapos, como banderas de un país roto o en las últimas. Dios mío, me pregunté frente a una cazadora que costaba un 60% menos que hace cuatro días, ¿cuándo me engañaban, hace cuatro días o ahora?
Estas rebajas de excepción, estos chollos, hunden al consumidor en una duda metafísica. La rebaja excesiva afecta al valor moral de la prenda. De repente descubres que era una porquería antes y después. Y te rebelas, claro, contra ese engaño. Pues no lo compro hoy que puedo, ya que intentaron engañarme ayer, cuando no podía.

Ocurre con la ropa algo parecido a lo que sucede con los pisos. Están bajando, sí, de vez en cuando salta una oportunidad que la gente deja pasar. ¿Por qué? Porque no era eso, Dios mío, no era eso. No estaba la felicidad en esa cazadora de piel con forro de seda, ni en esa falda con volantes, ni en ese traje que a estas alturas parece una mortaja. Tampoco estaba en ese apartamento por el que estuvimos a punto de endeudarnos para el resto de nuestra vida.

Curiosamente, la única sección de los grandes almacenes donde vi cola era la de la ropa interior de caballeros. Había muchos hombres y mujeres comprando calzoncillos y camisetas, es decir, lo que no se ve, lo que viste las partes pudendas y el alma, por decirlo de una manera cursi. Y eso que las rebajas, en estos productos, no eran escandalosas: del 10% ó del 20%. Qué curioso, me dije. Si las rebajas fueran un estado de ánimo (y quizá lo sean), es evidente que estamos un poco deprimidos. Pero se trata de una depresión estimulante, de las que le invitan a uno a volver la mirada hacia dentro, es decir, a renovar el forro.

dimecres, 14 de gener del 2009

Tensión conyugal

TENSIÓN CONYUGAL

En la mesa de al lado, un hombre maduro le decía a su mujer que estaba pensando en hacerse la cirugía estética.

-¿La cirugía estética para qué? -preguntaba ella.

-Para quitarme unos años de encima -respondía él.

-Mientras no te los quites de debajo, igual da -concluía ella con crueldad.

Vino el camarero, pedí el gin tonic de media tarde y agucé el oído. Pero lo único que escuché fue un silencio rencoroso, hostil, granítico. Al rato, el hombre volvió a hablar.

-Te he comentado lo de la cirugía estética por cortesía -dijo-. No vayas a creerte que te estoy pidiendo permiso. Ya soy mayor para hacer lo que me venga en gana con mi dinero.

Pese a la firmeza aparente de sus palabras, la actitud del hombre revelaba que en realidad sí necesitaba el permiso, o la complicidad al menos de su mujer para ponerse en manos del cirujano.

-Ya sé que tú has hecho siempre lo que te ha dado la gana -dijo ella.

-En cuestiones que eran personales, sí, claro, hasta ahí podíamos llegar. Y no saques ese tono, que parecemos un matrimonio.

-¿Es que no somos un matrimonio?

-Ya sabes a lo que me refiero.

El primer sorbo del gin tonic me supo a gloria. Siempre es el mejor. Los demás sólo buscan reproducir los efectos del primero (quizá del primer gin tonic de nuestra vida). La conversación del matrimonio resultaba perfecta para aquella tarde lluviosa, con la cafetería a media luz y los paraguas colgando del respaldo de las sillas como murciélagos mojados. La mujer dijo que ella, en vez de hacerse la cirugía estética, se compraría un perro. Él dijo que no era lo mismo y ella respondió que por qué tenían que hacer siempre las mismas cosas. Entonces él pidió una copa de coñac y ella le dijo que se estaba auto-agrediendo, pues las bebidas concentradas le daban ardor de estómago. Vale, no me haré la cirugía estética, se rindió él. Ni yo me compraré el perro, concedió ella. Luego salieron corriendo porque llegaban tarde al cine.

dilluns, 12 de gener del 2009

Singularidades psiquiátricas

SINGULARIDADES PSIQUIÁTRICAS

Bush acaba de afirmar en una entrevista que no oye voces. No las oirá ahora, porque si ustedes recuerdan fue Dios quien le ordenó bombardear Iraq con toda la población civil dentro. Quiere decirse que a ratos oye voces y a ratos no. Mala suerte para el pueblo iraquí, y para el universo en general, que haya dejado de oírlas al final de su mandato. En cualquier caso, se muestra tan seguro cuando está en plena crisis psicótica que cuando no. Durante la entrevista, de hecho, aparece como un hombre tranquilo y sin grandes desacuerdos consigo mismo. Aunque al principio de su presidencia confesó no haber leído ningún libro, ahora amenaza con escribir uno. A cualquier persona normalmente constituida le parecería un disparate pretender dirigir una película sin haber ido nunca al cine, pero a él no.

No son las únicas contradicciones. Por ejemplo, afirma ser un gran partidario de la vida («de la cultura de la vida», dice él). «Toda vida es sagrada», añade candorosamente, sin advertir que quizá el entrevistador tenga noticias de las que se ha llevado por delante y de las torturas que ha infligido a los seres vivos alojados en Guantánamo.

Pero es que Bush es un líder mundial, lo que exige convivir con contradicciones de ese nivel. El Gobierno israelí (un terminal de Bush, por cierto) comete todas clase de actos terroristas al tiempo de asegurar que le repugna el terrorismo. Y la prensa, en general, le sigue el juego. El otro día vi en el telediario a un niño palestino sin pies. Sus piernas terminaban cerca de los tobillos, en forma de jirones de carne, como unos pantalones roídos por las ratas. Pues resulta que ese niño era un terrorista árabe.

Casi al tiempo de la entrevista con Bush en El Mundo, hemos visto otra con Aznar en Vanity Fair. Aznar también es un gran estadista, no porque oiga voces, que no lo sabemos, sino porque es capaz de no ser racista al tiempo de afirmar que la victoria de Obama es un «exotismo histórico». Dan ganas de decirle que la suya nos pareció una singularidad psiquiátrica, pero no conduciría a nada porque las cosas seguirían como están. Y están mal, para qué vamos a decir otra cosa.

divendres, 9 de gener del 2009

Funcionamos

FUNCIONAMOS

He recibido más felicitaciones de Navidad después de Reyes que antes, lo que quiere decir que Correos ha retenido toda esta correspondencia hasta ahora mismo. Vamos, que funciona fatal. Pero en un mundo en el que la gripe de cuatro controladores aéreos puede poner en peligro la actividad del aeropuerto de Barajas, no se lo podemos reprochar. Uno va relativizando todo. Que las cartas no lleguen a tiempo está mal, pero resulta peor dormir cuatro días en la T-4, como un perro. Dormir en la T-4 es incómodo, pero no tanto como agonizar en el pasillo de un hospital público. Y así de forma sucesiva. Llega un momento en que te amputan la pierna izquierda, cuando la mala era la derecha, y das las gracias al gerente del hospital, por no haberte decapitado. Que el Consejo General del Poder Judicial actúe de forma corporativa frente a casos como el del juez Tirado no nos gusta, pero peor sería que sus miembros formaran una banda de asesinos. De momento no matan, qué bien.

La Iglesia está en contra del relativismo moral, pero si comparas lo que dice la Cope con una circular del infierno, la Cope sale bien parada (de momento). O sea, que todo es relativo, le guste o no Rouco Varela. Él mismo gradúa sus agresiones en relación al momento político. La Conferencia Episcopal está a favor de la familia cristiana y todo eso, pero en unas ocasiones está más a favor que en otras.

Las loterías y apuestas del Estado, en cambio, funcionan bien de un modo absoluto. Colocan todos los números en el bombo y los niños de San Ildefonso los leen de manera correcta. Pero es que la lotería es una cosa muy seria, caballero. Estaría bueno que vendieran más números de los que forman parte del sorteo al modo en que las compañías aéreas venden más pasajes que asientos tienen. A las compañías aéreas se lo toleramos porque la sobreventa, comparada con la gripe de los controladores, nos parece un pecado venial. Pero la lotería es el Evangelio. Que una agenda enviada a primeros de diciembre de 2008 te llegue a finales de enero de 2009 es un rollo, pero que el sorteo del 22 de diciembre se celebrara el 3 de marzo resultaría intolerable. Las cosas verdaderamente importantes, gracias a Dios, funcionan.

Representaciones

REPRESENTACIONES

El parque estaba a rebosar de muñecas y muñecos traídos por los Reyes Magos. Abundaban los muñecos enfermeros y las muñecas princesas; los primeros ponían inyecciones y las segundas daban órdenes a la servidumbre. Pero había también muñecos fontaneros y muñecos soldados y muñecos jueces (quizá con la toga manchada de semen de violador). Sólo la Nancy y su marido, Kent, tienen 20 o 30 disfraces de otras tantas profesiones. Podría parecer que, si algo sobra a los niños, son peleles de adulto con los que ensayar el futuro, pero me sorprendió no encontrar ningún muñeco escritor para que jugaran a escribir el Quijote, por poner un ejemplo. Ignoro cómo se juega a escribir el Quijote, pero que lo invente alguien, ¿no? Me han traído los Reyes un muñeco Baudelaire para que juegue a escribir Las flores del mal. Pues a mi hermano y a mí nos han traído un Dostoievski para que juguemos a escribir Crimen y castigo. A mi primo, en cambio, le han regalado un Leopoldo María Panero que recita poemas malditos si le tiras de una cuerda que tiene en la espalda.

Tampoco escuché a ningún niño decir que le habían traído un director general de Tráfico, un subsecretario de Hacienda o un ministro de Cultura, ni siquiera un diputado o un senador. Por supuesto, ni un solo lehendakari o alcalde. No digo que no sea útil aprender a poner inyecciones o recetar antitérmicos a los siete años, pero tampoco estaría mal que los entrenáramos desde la infancia en la construcción del Estado (¿qué sería de la banca, por ejemplo, sin el Estado?). En cuanto a los bebés de látex capaces de hacer pis (tal vez caca) y vomitar, los había a cientos, como si ya no se esperara otra cosa de los hijos. En fin, que lo que vi en el parque la mañana de Reyes me pareció parcial como representación del mundo, pero extraordinario como espectáculo trágico.

dimecres, 7 de gener del 2009

Viajar y soñar

VIAJAR Y SOÑAR

Yo era un ser humano y estaba en la cama, durmiendo, que es lo que hago por las noches. Pero al mismo tiempo era una oruga dentro de un capullo enterrado en la base de un pino. En el sueño realizaba con mi cuerpo los mismos movimientos que el gusano en el interior de su carcasa. Supe que me estaba convirtiendo en una mariposa, pero lo supe desde mi lado humano, no desde el animal. El animal carecía de conciencia (de lo que nosotros, al menos, denominamos de ese modo). Recuerdo haber intentado averiguar si el pino bajo el que me convertía en insecto era el de mi jardín. Todas las primaveras vigilo sus alrededores para comprobar si ha comenzado a bajar la procesionaria. Conviene realizar la inspección al amanecer o al caer la tarde, pues nunca bajan cuando el sol está alto. Casi todos los años descubro dos o tres hileras de gusanos que tras descender del árbol se entierran en sus alrededores para completar la metamorfosis. Yo los piso, claro, los mato, porque la oruga no es buena para el pino. Le saca la savia, el jugo, lo seca, y por más que fumigues siempre hay algún capullo que escapa al veneno. Aplasto a los gusanos, pues, con la punta del zapato, cruelmente, para que ninguno escape. Luego estoy dos días preguntándome por qué esa actividad asesina no me produce remordimiento alguno. Dado lo culposo que soy, me parece un misterio.

Pues bien, yo estaba con mi cuerpo dentro de la cama, como todos los días a esas horas, pero me encontraba a la vez en el interior de la tierra, transformándome en una mariposa gorda (qué contradicción). De inmediato pensé que quizá era una oruga que había escapado a mi propio zapato, que había huido de mí mismo, de mi furia asesina. ¿Cuántas veces al día, me pregunté, se libra uno de sí mismo? ¿Cuántas veces al mes, continué preguntándome, resulta uno aplastado por su propio pie? Comprendí entonces que el invento de la vida resulta atroz (y maravilloso), pues no es que nos comamos unos a otros, sino que en esa actividad nos devoramos a nosotros mismos. Y averigüé otra cosa: que no es lo mismo viajar que soñar. Y aquello, lo de la oruga, no había sido un sueño, sino un viaje.

dilluns, 5 de gener del 2009

Casto, el enfermero

CASTO, EL ENFERMERO

No hace mucho, en un encuentro con lectores, una adolescente, tras preguntar si era muy difícil poner nombres a los personajes de las novelas, añadió que a ella, de pequeña, cuando le regalaban un muñeco, le costaba mucho decidir cómo llamarlo. La pregunta me perturbó profundamente. Poner nombre a una muñeca. Jamás se me habría ocurrido que esa operación entrañara algún problema, algún riesgo. Imaginaba a la cría dudando entre Jorge y Lorenzo, o entre Rita y Lola, y se me ponían los pelos de punta. Me pareció advertir en aquella intervención algo profundamente siniestro que los ojos de la chica (muy saltones) y la expresión de su cara no hacían más que subrayar.

En cuanto a los personajes, le dije que sí, que no era fácil adivinar cómo se llamaban, pues yo estaba convencido de que cuando aparecían en tu imaginación ya tenían nombre; el problema era averiguarlo. En cierta ocasión estuve llamando durante 30 o 40 páginas Luis a un personaje que en realidad se llamaba Julio. ¿Cómo lo supe? Me vino a la cabeza, así de sencillo. Pero durante el tiempo en que lo nombré erróneamente estuvimos muy incómodos el personaje y yo.

-Eso le pasaba también a mis muñecos -dijo la chica-. Tuve uno que era enfermero y que se llamaba Casto, pero estuve un año llamándole Ricardo.

-¿Y cómo supiste que en realidad se llamaba Casto? -me atreví a preguntar.

-Lo supe, simplemente, como le ocurre a usted con sus personajes.

La asociación entre muñecos y personajes de novela me dejó mal cuerpo. Aún no se me ha ido de la memoria la expresión un poco desquiciada de la chica (¿cómo a una adolescente se le ocurre llamar Casto a un enfermero?). Pero lo peor, con todo, fue que al acabar el acto la joven se acercó a mí para que le dedicara un libro y entonces me preguntó si me costaba mucho poner apellidos a mis personajes. Le dije que no siempre tenían apellidos y me miró con una extrañeza inquietante. Luego me pidió mi dirección electrónica, para que siguiéramos hablando del asunto, pero le di una falsa.

divendres, 2 de gener del 2009

La conversación

LA CONVERSACIÓN

El Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo (o sea, una entidad) ha solicitado que las cajetillas de tabaco lleven en lugar visible un número de teléfono de ayuda al fumador. No sabemos qué choca más, si la iniciativa (llena sin duda de buena voluntad) o el hecho de que exista ese comité en el que habrá gente real que cobrará, suponemos, salarios reales. Imaginemos que yo tengo una hija y que un día aparece en casa con su novio. Tras las presentaciones, nos sentamos, charlamos y el chico me informa de que trabaja en el Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo. ¿Qué haces? ¿Es de fiar alguien que ha conseguido un trabajo tan, cómo diríamos, tan extraño? Además, que cómo se entra ahí, ¿por oposición?, ¿por enchufe?, ¿enviando un currículum?

Suponemos que estos comités se van a ir al cuerno con la crisis. El Estado no tiene dinero para todo. Pero quizá antes de perecer logre que en las cajetillas de tabaco, junto al Fumar mata, aparezca un número de teléfono de ayuda al fumador. ¿Y en qué consistirá esa ayuda? En dar conversación, supongo. Que no fumes, hombre, que te da cáncer, que produce impotencia, etc. Creo que hay varios teléfonos, correspondientes a otras tantas entidades, que dan conversación a los que se quieren suicidar o a los que se encuentran solos. Nos parece bien, pero tampoco estaría mal recuperar la palabra allí donde se ha perdido: en los servicios de urgencia, por ejemplo. Entra usted en boxes (por increíble que parezca, así se llaman esos lugares de dolor) y lo primero que le piden es que no hable porque están desbordados y no tienen tiempo para charlar.

-¿Pero no quiere que le diga dónde me duele?

-¿Qué más da, si administramos a todo el mundo lo mismo?

Quiere decirse que hemos prohibido la conversación allí donde debería ser natural e intentamos rescatarla por teléfono. Hagan ustedes lo que quieran, pero no sé si van a encontrar en los paquetes de tabaco un sitio donde quepa todavía un número de teléfono. Si lo encuentran y llevan adelante la idea, hagan las cosas como Dios manda: yo he empezado a fumar, tras quince años de abstinencia, al intentar comunicar con el servicio de atención al cliente de mi lavavajillas.

Alivio

ALIVIO

Qué raro, tener la edad del padre de uno cuando el padre de uno comenzó a envejecer, o cuando empezamos a mirarlo como un anciano incipiente. De un tiempo a esta parte, veo en todos los espejos en los que me miro a mi padre. Es él quien toma los ascensores de los hoteles en los que me hospedo; él quien se afeita en los cuartos de baño de esos hoteles; él quien se corta el cabello en las peluquerías en las que entro al azar. Yo estoy también, claro, pero a este lado del espejo. Al otro encuentro siempre a mi padre, que me observa atónito, como extrañado de haber tenido algo que ver en la vida de este hombre maduro que en el último año se ha subido en más ascensores de los que él utilizó en toda su existencia, que se ha afeitado en más hoteles de los que él pudo soñar, que se ha cortado el pelo en decenas de ciudades; de ese hombre que lleva a cabo a regañadientes el deseo que él tuvo de viajar.

Cuando me peino, pues, si lo hago frente al espejo, peino a mi padre. Y cuando me anudo la corbata se la anudo a mi padre. Y cuando me corto el pelo de las orejas, resulta que le corto el pelo de las orejas a mi padre (lo que jamás le hice en vida). Luego, cuando escribo, como ahora, en la habitación de un hotel, me pregunto qué hará mi padre en ese instante al otro lado del espejo del cuarto de baño. A veces, dejo de escribir y me acerco con cuidado, a ver si lo sorprendo desmontando un aparato de radio. Pero él ha tenido la misma idea que yo, y al mismo tiempo, por lo que llegamos al espejo a la vez y nos observamos atónitos. En ocasiones sonreímos por esta extraña relación que nos une al cabo de los años y vuelve cada uno a lo suyo (yo a escribir; él a desmontar aparatos). Qué raro, alcanzar la edad del padre cuando el padre comenzó a envejecer, pero qué alivio tener los días contados, como en otro tiempo los tuvo él.