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dimecres, 1 d’abril del 2009

Que inventen algo

QUE INVENTEN ALGO

Tiene uno estos días la sensación de encontrarse en el final de algo, la impresión de que un mundo se acaba, de que esto no aguanta. No aguanta la forma de hacer política, ni la de hacer religión, ni la de hacer economía. Jamás los políticos fueron tan antipolíticos, el Papa tan Antipapa o los economistas tan antieconomistas. Jamás, en fin, el sistema fue tan antisistema. Los sindicatos no convocan una huelga general porque en las circunstancias actuales sería redundante. La realidad entera se ha parado. Sucede como cuando uno se levanta, se ducha, se viste, baja a la calle, se mete en el coche, le da a la llave de contacto y el motor no arranca. Estará frío, te dices todavía esperanzado. De modo que pegas tres o cuatro golpes al pedal del acelerador, para bombear gasolina, y giras la llave de contacto cruzando los dedos, con el corazón en la garganta. El motor ni se inmuta.

Las esperanzas de que el coche se ponga en marcha, después de diez o doce intentos, son francamente escasas, pero de perdidos al río, te dices, y continúas girando la llave hasta que te cargas la batería. Los economistas y el Papa y los políticos se encuentran en estos momentos en la fase de acabar con la batería. Vamos a ver si inyectando el dinero de los impuestos a los bancos la realidad se pone en marcha. Vamos a ver si prohibiendo el preservativo en África se empiezan a llenar de nuevos los seminarios. Vamos a ver si recurriendo a los viejos discursos políticos obtenemos votos. Pues no. Las monjas empiezan a escribir blogs incendiarios; el G-20 tiene problemas para reunirse sin que apedreen a sus representantes; y las acciones de muchas empresas valen menos que sus oficinas.

Se está acabando un modo de hacer las cosas sin que haya aparecido el de recambio. Por decirlo en términos técnicos, se está yendo al carajo un paradigma sin que haya aparecido el nuevo. Continuamos utilizando el viejo a sabiendas de que resulta inservible. Si el coche no arranca, cerraremos los ojos e imaginaremos que sí, que nos está llevando a la oficina (¿a qué oficina?). Se puede vivir en el delirio un tiempo equis, pero no toda la eternidad.

Por Dios, que inventen algo.

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